miércoles, 22 de junio de 2011

Paseo Literario (XIV): san Juan de la Cruz

Durante sus años de estudiante en la Universidad de Salamanca (1564-1568) Juan de Yepes, o fray Juan de Santo Matías, como le llamaban entonces, llevó una vida recogida, de oración y estudio. Residió en el desaparecido convento carmelita ublicado en el Arroyo de Santo Domingo. Estando en Salamanca, conoce a Teresa de Jesús y asume la tarea de reformar la rama masculina de su orden, por lo que será encarcelado. Junto con la santa de Ávila constituye la cima más alta de la mística española. Desde 1952 es patrono de los poetas en lengua española.

[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]

Almudena Torres, Toño Blázquez, Maribel Domínguez Real, Sofía Montero, Luis Gutiérrez Barrio, Isaura Díaz Figueiredo y Matilde Garzón Ruipérez



Canciones del Alma...
[II]
Poema seleccionado por Almudena Torres


¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!


A San Juan de la Cruz
Texto original del P.Juan Alberto de los Cármenes, carmelita descalzo (1915-1999)


Maravillosamente dijiste tu ventura.
La Noche y la Alborada te dieron su misterio.
¡Brilló tu Llama Viva y ardió la Noche Oscura,
y todo el universo fue verso en tu salterio!

Maravillosamente supiste la Hermosura;
rendido a su Prodigio te diste en cautiverio;
fue el Toque delicado, la Mano de blandura,
la Llaga regalada, suavísimo el Cauterio.

¡Oh, cómo amaste! ¡El ángel por ti se sonrojara!
¡Y se incendió la Noche con tu palabra clara,
con tu decir divino, con tu versar sapiente!

¡España, que te ofrece las cumbres de su historia,
besó tu lira extraña, donde con fuego y gloria
dijiste tu Ventura maravillosamente!


Tras un amoroso lance
Poema de san Juan de la Cruz seleccionado por Luis Gutiérrez Barrio


Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.

Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: ¡No habrá quien alcance!
y abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.


Cántico espiritual
Fragmento seleccionado por Isaura Díaz Figueiredo



¿A dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo Huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura la vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

(Pregunta a las criaturas)

¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.

(Respuesta de las criaturas)

Mil gracias derramando
pasó por estos Sotos con presura,
E, yéndolos mirando,
Con sola si figura
vestidos los dejó de su hermosura.


La sensualidad del alma
Poema original de Sofía Montero García



Hiero mi sed
con la piel del sentimiento.
Divina quietud
en el deseo del Amado,
desvela mi mente
en un éxtasis de cielo,
que roba mis sentidos.
Vuelo de aromas,
de amor en llamas
duermen con el alba
en el espejo de un sueño,
silencian la pasión
con un llanto de besos esculpidos.
placer infinito en la quietud del tiempo.


A Juan de la Cruz

Poema original de Maribel Domínguez Real

Dejé de ser
el hueco, de mi hueco,
yo misma, la imperfección,
la envoltura dulce que niega las cosas.

Me falta el silencio, Juan.

Enmudezco.
Susúrrame amor,
El ansia, todo lo alumbra.

Abrupta es la fruta dentro, toco el dolor.

Derrámense los poros en el escarmiento,
y, alójame tú allí, en el extravío del ámbar.

Pendan luego estigmas inertes del alféizar de tu frente en sombra.

Hállese muertos los lirios que no exculpen mi pecado.

Deseo estar a solas, rasgándome, flagelándome, en el centro mismo de todas las zarzas.

Mi pelo está encendido por hallarse júbilo…me arde sofocando brisas
en el bosque solitario de cada llama tuya.

Siembro adviento,
y se aroma mi útero
con plasma de azucena.

En llaga me inclino, Ángelus.

Mi cuerpo cae de mi cuerpo saciado y dulce.
Enferma está la niebla en la alameda,
la urdimbre vegetal que baja por el rostro del amado.

A veces, le perturba el amasijo ingrávido de la luz;
y un huerto íntimo le florece en el aroma.

¡¡Arranca de mi carne este tormento; corazón mío!!

Aparta de mí esta tersura en púrpura, sin pétalos, apenas nada.
La paz profunda del desierto mío. Juan… ¡¡Hágase!!


Poema original de Matilde Garzón Ruipérez inspirado en la obra de san Juan de la Cruz

Y todo se me fue dando
cuando a todo renuncié,
cuando todo lo perdí
de nuevo me lo encontré.
Cuando a Dios posea del todo
la plenitud hallaré,
aprendiendo a gustar todo
en la belleza y bondad
ya siempre libre estaré
nadando en un mar de paz.
Quiero la nada olvidar del todo
y al todo aplicarme toda.


Me fue dada
Texto de Benito González


A través de las sendas oscuras de la temblorosa penumbra he caminado, siglos de búsqueda.
Dejando atrás los hechizos azules de los vientos perversos en los años sin vida.
¡Para llegar a ti, San Juan de la Cruz!
Pero, al fin he alcanzado las cimas blancas de tus manos y en el fondo de tu mirada un nuevo arco iris surge, pleno de belleza.
¡Oh, Poeta! Eres la luz en la lejanía, donde flotan en destellos los deseos puros de los bosques de mi alma.
En su resplandor puedo contemplar los sentidos alegres de tu corazón al hablarme.
¡Poderoso sentimiento en mí, que canta alegre a tu dichosa humildad!
Me fue dada la ternura de tu palabra…en porciones deliciosas.

Paseo Literario (XIII): Miguel de Cervantes

Dado que poseemos pocos datos seguros sobre su turbulenta juventud, no se puede asegurar lo que creen algunos estudiosos, que estudió en Salamanca el curso 1567-1568. Lo que sí es cierto es la especialísima relación literaria que Cervantes tiene con nuestra ciudad, la cual le debe una parte de su fama. En efecto, una de sus Novelas Ejemplares, El Licenciado Vidriera, refleja el ambiente estudiantil salmantino de la época, y su entremés La Cueva de Salamanca, que recupera el viejo tema medieval del estudiante nigromante, difundió universalmente la leyenda de la ciudad como centro de saberes ocultos.

[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]



Fragmento del Entremés del viejo celoso, seleccionado por Mª Victoria Díaz Santiago

(Salen DOÑA LORENZA, y CRISTINA, su criada, y ORTIGOSA, su vecina.)

LORENZA. Milagro ha sido éste, señora Ortigosa, el no haber dado la vuelta a la llave mi duelo, mi yugo y mi desesperación. Éste es el primero día, después que me casé con él, que hablo con persona de fuera de casa. ¡Que fuera le vea yo desta vida a él y a quien con él me casó!

ORTIGOSA. Ande, mi señora doña Lorenza, no se queje tanto, que con una caldera vieja se compra otra nueva.

[...]

LORENZA. Que no quiero riquezas, señora Ortigosa; que me sobran las joyas, y me ponen en confusión las diferencias de colores de mis muchos vestidos; hasta eso no tengo que desear, que Dios le dé salud a Cañizares; más vestida me tiene que un palmito, y con más joyas que la vedriera de un platero rico. No me clavara él las ventanas, cerrara las puertas, visitara a todas horas la casa, desterrara della los gatos y los perros, solamente porque tienen nombre de varón; que, a trueco de que no hiciera esto y otras cosas no vistas en materia de reato, yo le perdonara sus dádivas y mercedes.

ORTIGOSA. ¿Que tan celoso es?

LORENZA. ¡Digo! Que le vendían el otro día una tapicería a bonísimo precio, y por ser de figuras no la quiso, y compró otra de verduras por mayor precio, aunque no era tan buena. Siete puertas hay antes que se llegue a mi aposento, fuera de la puerta de la calle, y todas se cierran con llave; y las llaves no me ha sido posible averiguar dónde las esconde de noche.















Fragmento del Entremés de La Cueva de Salamanca



SACRISTÁN

Oigan los que poco saben
Lo que con mi lengua franca
Digo del bien que en sí tiene

BARBERO

La Cueva de Salamanca.

SACRISTÁN

Oigan lo que dejó escrito
Della el bachiller Tudanca
En el cuero de una yegua
Que dicen que fue potranca,
En la parte de la piel
Que confina con el anca,
Poniendo sobre las nubes

BARBERO

La Cueva de Salamanca.

SACRISTÁN

En ella estudian los ricos
Y los que no tienen blanca,
Y sale entera y rolliza
La memoria que está manca.
Siéntanse los que allí enseñan
De alquitrán en una banca,
Porque estas bombas encierra

BARBERO

La Cueva de Salamanca.

SACRISTÁN

En ella se hacen discretos los moros de la Palanca;
Y el estudiante más burdo
Ciencias de su pecho arranca.
A los que estudian en ella,
Ninguna cosa les manca;
Viva, pues, siglos eternos

BARBERO

La Cueva de Salamanca.

SACRISTÁN

Y nuestro conjurador,
Si es, a dicha, de Loranca,
Tenga en ella cien mil vides
De uva tinta y de uva blanca;
Y al diablo que le acusare,
Que le den con una tranca,
Y para el tal jamás sirva

BARBERO

La Cueva de Salamanca.



Un velero llamado libertad
Texto original de José Miguel García


¡Hola, Alonso Quijote! Dicen que es imprescindible estar loco para ver molinos de viento transformados en gigantes. Gigantes; molinos de viento, y, la lucha por la libertad en medio del Océano de La Mancha; en medio del Océano de palabras que derrama una buena colección de “libros de caballerías”; por velero, un rocín flaco, y, por corazón, un transatlántico del tamaño del Queen Mary II.

Todo el Mundo te lleva a su casa en letra impresa; nadie te lee. Yo, Quijote que todavía no ha llegado a la playa de la Barceloneta; y, Quijote que no ha sido afeitado por ningún Caballero de la Blanca Luna, he cometido la quijotada de leerte dos veces completico. Alguien se perdió el placer de pasar las noches en vela leyendo libros de caballerías. Alguien; muchos.

¡Hola, Alonso el Bueno! Me has hecho pasar dos épocas de mi vida de una manera impagable. Deseo seguir siendo el loco del pueblo, si ello es necesario para poder disfrutar de tus “aventuras”; para seguir soñando que hay un lugar para los soñadores en una vida tan poco onírica.



El brote armonioso
Poema original de Benito González



De su dorada clausura salió
el brote armonioso de la rosa de tu corazón.
Desde entonces…
perfúmenes y cantares
elevan maravillados
la brisa dulce de tu hidalgo Quijote

y…la lluvia fluye por los hayedos
mojando mis pies soñadores,
mientras un viento cauteloso
me besa nervioso,
recordándome que hoy
amigo Miguel de Cervantes
vi, entre rayos de soles,
el brote armonioso
de la rosa de tu corazón.


Versos en honor al libro de El Quijote
Texto original de Antonio Alonso García


El libro de don Quijote
causa siempre sensación,
lo que escribe en él Cervantes
es digno de admiración.

La fantasía del Quijote,
caballero sin igual,
gusta tanto a los lectores
que no desean su final.

En el libro de El Quijote
destacan los personajes
don Alonso de Quijano,
el Quijote, y su ropaje.

También su escudero Sancho
junto al bachiller Carrasco
y cómo no, Dulcinea,
que tanto amaba a Quijano.

En La Mancha se le quiere,
en La Mancha se le adora.
don Quijote, en España,
gusta mucho a todas horas.

Apreciaba y defendía
con orgullo a Dulcinea,
a Sancho Panza estimaba
y al bachiller lo recrea.

Sus aventuras son muchas,
su valor siempre admirable.
con su caballo triunfaba
feliz con su Rocinante.

A don Miguel de Cervantes
febemos agradecer
haber escrito el Quijote,
libro grande cien por cien.

En el mundo hay escritores
con una gran calidad,
pero Miguel de Cervantes
no se puede superar.

Con don Quijote ha triunfado
en el mundo el español,
el idioma de Cervantes
llena vida y corazón.

Paseo Literario (XII): Diego de Torres Villarroel

Nacido en la calle Libreros, es uno de los personajes más atractivos y originales del siglo XVIII español. En 1726 gana la cátedra de Matemáticas y Astronomía de Salamanca, hecho que los estudiantes celebraron con grandes fiestas. Sus predicciones astrológicas, que firmaba como “El Gran Piscator de Salamanca”, le dan gran popularidad en toda España. Escritor agresivo y satírico, amante de lo grotesco y del humor negro, su fama actual se debe a su autobiografía, escrita para justificar su vida y su obra, desacreditadas por los enemigos acumulados por su carácter independiente, desenfadado e irónico y su habilidad para enzarzarse en polémicas. Llega a ser vicerrector de la Universidad y reside los últimos años de su vida en el palacio de Monterrey, al servicio del duque de Alba.

[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]



Luis Gutiérrez Barrio, Carlos Blanco, Antonio Alonso, Sofía Montero, Elena Villarroel, Jose Miguel García, Blanca González Prieto y Annie Altamirano




Nacimiento, crianza y escuela de don Diego de Torres y sucesos hasta los primeros diez años de su vida, que es el primer trozo de su vulgarísima historia

Yo nací entre las cortaduras del papel y los rollos del pergamino en una casa breve del barrio de los libreros de la ciudad de Salamanca, y renací por la misericordia de Dios en el sagrado bautismo en la parroquia de San Isidoro y San Pelayo, en donde consta este carácter, que es toda mi vanidad, mi consuelo y mi esperanza.
(…)

Crieme, como todos los niños, con teta y moco, lágrimas y caca, besos y papilla. No tuvo mi madre en mi preñado ni en mi nacimiento antojos, revelaciones, sueños ni señales de que yo había de ser astrólogo o sastre, santo o diablo. Pasó sus meses sin los asombros de las pataratas que nos cuentan de otros nacidos, y yo salí del mismo modo, naturalmente, sin más testimonios, más pronósticos ni más señales y significaciones que las comunes porquerías en que todos nacemos arrebujados y sumidos. Ensuciando pañales, faldas y talegos, llorando a chorros, gimiendo a pausas, hecho el hazmerreír de las viejas de la vecindad y el embelesamiento de mis padres, fui pasando hasta que llegó el tiempo de la escuela y los sabañones. Mi madre cuenta todavía algunas niñadas de aquel tiempo: si dije este despropósito o la otra gracia, si tiré piedras, si embadurné el vaquero; el papa, caca y las demás sencilleces que refieren todas las madres de sus hijos. Pero siendo en ellas amor disculpable, prueba de memoria y vejez referirlas, en mí será necedad y molestia declararlas. Quedemos en que fui, como todos los niños del mundo, puerco y llorón, a ratos gracioso y a veces terrible, y están dichas todas las travesuras, donaires y gracias de mi niñez.


En la Torre del Marqués de Villena, junto a Villarroel
Texto original de Elena Villarroel


Sus ojos me hablan, profundos y misteriosos,
¿Qué pueden albergar?,
Tal vez visiones proféticas, tratados de medicina, el ayer, el mañana...
Una Golondrina se posa en su cabeza, hierática, pero tan pensante a pesar de los años.
Bajo las escaleras junto a él y un almanaque bajo el brazo, mientras su silencio me dice que el miedo está cerca, pero que nada puedo temer.
La antigüedad atestigua que allí unas voces callaron, amaron y subieron los peldaños que llevan a ver una ciudad pequeña, con sonidos de campanas.



Paseo Literario (XI): La Celestina

La Tragicomedia de Calisto y Melibea es quizá la obra cumbre de la literatura española después de El Quijote. La extraordinaria caracterización de un personaje, el de la vieja alcahueta Celestina, verdadero catalizador del destino desdichado de los otros actores del drama, hizo que ya desde muy pronto se llamase a la obra con su nombre, La Celestina. Tan popular se hizo que entró en la leyenda, y la leyenda le buscó una ciudad concreta, dado que el texto no precisa el lugar de la acción. Como su autor, el bachiller en Leyes Fernando de Rojas, la escribió siendo estudiante de Salamanca, aquí tomó vida la literatura. Al huerto de la casa de Melibea, donde tenían lugar los tórridos encuentros de los amantes, una vez asentada la leyenda de una Celestina salmantina, se le adjudicó este lugar, conocido hoy como Huerto de Calixto y Melibea.

[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]





Soledad Sánchez Mulas y Carlos Blanco dramatizaron el fragmento que se incluye a continuación





Tragicomedia de Calisto y Melibea

Acto cuatorceno



CALISTO.- Quedaos, locos, que yo entraré solo, que a mi señora oigo.

MELIBEA.- Es tu sierva, es tu cautiva, es la que más tu vida que la suya estima. ¡Oh mi señor!, no saltes de tan alto, que me moriré en verlo; baja, baja poco a poco por la escala; no vengas con tanta presura.

CALISTO.-¡Oh angélica imagen! ¡Oh preciosa perla, ante quien el mundo es feo! ¡Oh mi señora y mi gloria! En mis brazos te tengo y no lo creo. Mora en mi persona tanta turbación de placer que me hace sentir todo el gozo que poseo.

MELIBEA.- Señor mío, pues me fié en tus manos, pues quise cumplir tu voluntad, no sea de peor condición por ser piadosa que si fuera esquiva y sin misericordia; no quieras perderme por tan breve deleite y en tan poco espacio. Que las mal hechas cosas, después de cometidas, más presto se pueden reprender que enmendar. Goza de lo que yo gozo, que es ver y llegar a tu persona; no pidas ni tomes aquello que, tomado, no será en tu mano volver. Guárdate, señor, de dañar lo que con todos tesoros del mundo no se restaura.

CALISTO.- Señora, pues por conseguir esta merced toda mi vida he gastado, ¿qué sería, cuando me la diesen, desecharla? Ni tú, señora, me lo mandarás ni yo podría acabarlo conmigo. No me pidas tal cobardía. No es hacer tal cosa de ninguno que hombre sea, mayormente amando como yo. Nadando por este fuego de tu deseo toda mi vida, ¿no quieres que me arrime al dulce puerto a descansar de mis pasados trabajos?

MELIBEA.- Por mi vida, que aunque hable tu lengua cuanto quisiere, no obren las manos cuando pueden. Está quedo, señor mío. Bástete, pues ya soy tuya, gozar de lo exterior, de esto que es propio fruto de amadores; no me quieras robar el mayor don que la naturaleza me ha dado. Cata que del buen pastor es propio trasquilar sus ovejas y ganado, pero no destruirlo y estragarlo.

CALISTO.- ¿Para qué, señora? ¿Para que no esté queda mi pasión? ¿Para penar de nuevo? ¿Para tornar el juego de comienzo? Perdona, señora, a mis desvergonzadas manos, que jamás pensaron de tocar tu ropa con su indignidad y poco merecer; ahora gozan de llegar a tu gentil cuerpo y lindas y delicadas carnes.


Soneto de Calisto y Melibea
Poema original de Armando Manrique Cerrato



Una figura enigmática camina
bajo los estorninos, el concierto
va a un encuentro romántico en el huerto
de forma audaz, furtiva, clandestina.

Le espera allí su amada, su heroína,
en la soledad del jardín desierto,
cita galante y portón abierto,
apaños de la vieja Celestina.

Una cita inmortal a la que asisto
sin que nadie parezca que prevea
que será un mito, único, imprevisto.

Aquí es; permitidme que la vea,
la pasión legendaria de Calisto
por la cándida y dulce Melibea.

Paseo Literario (X): El Lazarillo de Tormes

Lázaro de Tormes es uno de los personajes universales de la literatura española. La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554) inaugura el género picaresco, que tendrá un éxito enorme dentro y fuera de España y cuya influencia en la novela europea se extenderá al menos hasta el siglo XVIII. El mozo de muchos amos es un personaje vivo y auténtico. Su anónimo autor, buen conocedor de Salamanca, hace nacer a Lázaro junto al Tormes, en Tejares, y hace coincidir su partida con su brutal iniciación a la vida, sirviéndose del conocido símbolo salmantino, el verraco celtibérico que figura en el escudo de armas:

«Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra que casi tiene forma de toro, y el ciego […] me dijo: “―Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro dél […]”. Y, como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro […] y díjome: “―Necio, aprende, que el mozo de ciego un punto ha de saber más que el diablo”»


[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]





Almudena Torres, Carlos Blanco y Toño Blázquez frente a la Cruz de los Ajusticiados, al final de la calle Tentenecio




Fragmento de la adaptación, en verso, de La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, por Carlos Blanco



Por caminos pedregosos
y, a veces, llenos de barro,
El Lazarillo de Tormes
siempre llevaba a su amo.

Hasta tierras de Toledo
los dos se fueron andando
y, en el pueblo de Almorox,
vieron gente vendimiando.

Al pasar junto a una viña
que había al lado de un camino,
el dueño les dio, en limosna,
para los dos un racimo.

-"Hoy quisiera compartir
contigo, Lázaro amigo,
limosna tan exquisita
a la sombra de éste pino.
De una en una comeremos,
hasta llegar al final,
no hagas trampa, sé formal
y el racimo disfrutemos."

Comenzaron de una en una,
según acuerdo pactado,
apoyados en el pino,
sobre una piedra sentados.

El ciego, de dos en dos,
llevaba comiendo un rato.
Lázaro, al verlo, pensó:
-"Este ciego ha roto el pacto."

Y, apenas sin masticar,
de tres en tres las comía.
-"Nunca se podrá enterar".
Para sí mismo decía.

-"¡Has comido más que yo!"
-"¡Ni una más! ¡No le he engañado!"
-"Yo comía de dos en dos
y tú estabas muy callado."

En la villa de Escalona,
a un buen trecho de Toledo,
sacó el ciego del fardel
un chorizo casi entero.

-"Busquemos pronto un mesón
y pides, al mesonero,
que por un maravedí
dé de beber a éste ciego.

Antes me pones a asar
este chorizo en el fuego;
ten cuidado, no se queme,
o un pescozón yo te arreo.

Pronto el chorizo empezó
a pingar sobre las brasas;
tostando un trozo de pan
Lázaro untaba la grasa.

El diablo, que del fuego
es su más digno señor,
puso al pie de El Lazarillo
un nabo muy tentador.

-"El chorizo cambiaré
por este birrioso nabo,
como el ciego no lo ve
lo tragará sin pensarlo."

Mientras fue a buscar el vino
el chorizo se comió
a la vez que, el pobre ciego,
al nabo el diente le hincó.

-"¡Maldito muchacho! -dijo-
¡Mil palos te voy a dar!
¡Devuélveme mi chorizo!
o te lo haré vomitar."

-"¡Ay! ... ¡Desdichado de mí! ...
¡Le juro que yo no he sido!,
pues yo vengo de buscarle
este jarro de buen vino."

Y le cogió por los rizos,
abrió la boca al muchacho
esperando que el chorizo
aún no se hubiera tragado.


Llegaba hasta la garganta
la punta de su nariz
y al ciego vomitó encima
tan suculento festín.

Vino tinto con chorizo,
fuerte olor a pimentón,
pedazos de pan pringado...
por el suelo del mesón.

Tantos golpes le pegó
con el bastón, con la mano...
que, si al ciego no sujetan,
no sé qué hubiera pasado.

La mujer del mesonero,
con el vino, le curó,
las heridas y chichones
que el ciego le provocó.

-"En un año, ya he gastado,
para lavarte, más vino
que en dos años, quien les habla,
pudiera haberse bebido."

Y la gente se reía
al ver esta situación
y al escuchar las andanzas
que el ciego les relató.

Paseo Literario (IX): Fray Luis de León

Desaparecido el convento agustino donde residió, el nombre de este agustino humanista y escritor se evoca hoy en las Escuelas Mayores, en cuyo interior se conserva el aula que lleva su nombre y, en la capilla, sus restos mortales. Licenciado en Teología por Salamanca y Catedrático de Teología en 1561, fue un hombre de espíritu combativo y rebelde y un riguroso filólogo. La Inquisición lo tuvo preso varios años en Valladolid, hasta que fue exculpado y reintegrado en su cátedra, momento en el que pronuncia su famosa frase “Decíamos ayer…”.


[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]


Soledad Sánchez Mulas, Isaura Díaz Figueiredo y José María Sánchez Terrones







Oda IX. Las Serenas

Seleccionado por Mª Victoria Díaz Santiago


A Cherinto

No te engañe el dorado
vaso ni, de la puesta al bebedero
sabrosa miel, cebado;
dentro al pecho ligero,
Cherinto, no traspases el postrero

asensio; ten dudosa
la mano liberal, que esa azucena,
esa purpúrea rosa,
que el sentido enajena,
tocada, pasa al alma y la envenena.

Retira el pie; que asconde
sierpe mortal el prado, aunque florido
los ojos roba; adonde
aplace más, metido
el peligroso lazo está, y tendido.

[...]

imita al alto Griego,
que sabio no aplicó la noble antena
al enemigo ruego
de la blanda Serena,
por do por siglos mil su fama suena;

[...]

Si a ti se presentare,
los ojos sabio cierra; firme atapa
la oreja, si llamare;
si prendiere la capa,
huye, que sólo aquel que huye escapa.


En la Ascensión
Seleccionado por José Mª Sánchez Terrones



¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay!, nube envidïosa
aun de este breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

***

La rana
Poema original de Armando Manrique Cerrato


Mira, ¿la ves?
Ahí está,
enfrente.
La rana coqueta
de la buena suerte
o el sapo inquietante
unido a la muerte.

¡Venga!,
ahora,
¡Espera!
¡Mira!, sigue mi mano
¡Allí en la columna!
al lado de la calavera.

Tendrás suerte,
aprobarás todo
si la encuentras.

La humilde ranita
al lado de reyes,
de escudos grandiosos,
de inscripciones épicas.

Ella,
pequeña,
discreta
se lleva la fama
en la gran sinfonía
escrita en la piedra.

Bajo el sol ardiente
del largo verano
ante cientos de ojos
que la observan;
o en el crudo invierno
en la fría soledad
de la plaza recoleta.

Allí,
para siempre
quieta
posada impasible
encima
de la calavera.

Sí, sí,
por allí.
bajo la mirada inmutable
de Fray Luis.

Nuestra rana entrañable
pequeñita,
tierna.
La que todos buscan
y algunos encuentran…

Paseo Literario (VIII): José de Espronceda

Espronceda es, junto con Larra, el escritor romántico español más significativo. Es autor de un largo y ambicioso poema, El estudiante de Salamanca, que aborda el tema de don Juan. Su protagonista, don Félix de Montemar, encarna la rebeldía romántica: arquetipo del estudiante vividor y pendenciero, es un ser cruel, impío y homicida que, en una Salamanca nocturna, tópica y tenebrosa ve pasar su propio entierro, se casa con el esqueleto de Elvira, muerta por su abandono, y muere sin contrición. La calle Jesús es la que el vulgo identifica como el lugar en el que Félix de Montemar contempla su propio entierro.


[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]









Toño Blázquez y Blanca González Prieto, al comienzo de la calle Jesús





Fragmento de El estudiante de Salamanca, seleccionado por Mª Victoria Díaz Santiago



Parte primera
Sus fueros, sus bríos,
sus premáticas, su voluntad.
Quijote.- Parte primera.


Era más de media noche,
cuando en sueño y en silencio
lóbrego envuelta la tierra,
los vivos muertos parecen,
los muertos la tumba dejan.
Era la hora en que acaso
temerosas voces suenan
informes, en que se escuchan
tácitas pisadas huecas,
y pavorosas fantasmas
entre las densas tinieblas
vagan, y aúllan los perros
amedrentados al verlas:
En que tal vez la campana
de alguna arruinada iglesia
da misteriosos sonidos
de maldición y anatema,
que los sábados convoca
a las brujas a su fiesta.

Parte segunda

Mourns o'er the beauty of the
Cyclades.
Byron.-
Don Juan, canto 4.
LXXII.


Deslízase el arroyuelo,
fúlgida cinta de plata
al resplandor de la luna,
entre franjas de esmeraldas.
Argentadas chispas brillan
entre las espesas ramas,
y en el seno de las flores
tal vez se aduermen las auras.
Tal vez despiertas susurran,
y al desplegarse sus alas,
mecen el blanco azahar,
mueven la aromosa acacia,
y agitan ramas y flores
y en perfumes se embalsaman:
Tal era pura esta noche,
como aquella en que sus alas
los ángeles desplegaron
sobre la primera llama
que amor encendió en el mundo,
del Edén en la morada.
¡Una mujer! ¿Es acaso
blanca silfa solitaria,
que entre el rayo de la luna
tal vez misteriosa vaga?


El estudiante de Salamanca. Fragmento de la parte cuarta

Rechinan girando las férreas veletas,
crujir de cadenas see escucha sonar,
las altas campanas, por el viento inquietas
pausados sonidos en las torres dan.

Rüido de pasos de gente que viene
a compás marchando con sordo rumor,
y de tiempo en tiempo su marcha detiene,
y rezar parece en confuso son.

Llegó de don Félix luego a los oídos,
y luego cien luces a lo lejos vio,
y luego en hileras largas divididos,
vio que murmurando con lúgubre voz,

Enlutados bultos andando venían;
y luego más cerca con asombro ve,
que un féretro en medio y en hombros traían
y dos cuerpos muertos tendidos en él.

Las luces, la hora, la noche, profundo,
infernal arcano parece encubrir.
Cuando en hondo sueño yace muerto el mundo,
cuando todo anuncia que habrá de morir

Al hombre, que loco la recia tormenta
corrió de la vida, del viento a merced,
cuando una voz triste las horas le cuenta,
y en lodo sus pompas convertidas ve,

Forzoso es que tenga de diamante el alma
quien no sienta el pecho de horror palpitar,
quien como don Félix, con serena calma
ni en Dios ni en el diablo se ponga a pensar.

Así en tardos pasos, todos murmurando,
el lúgubre entierro ya cerca llegó,
y la blanca dama devota rezando,
entrambas rodillas en tierra dobló.

Calado el sombrero y en pie, indiferente
el féretro mira don Félix pasar,
y al paso pregunta con su aire insolente
los nombres de aquellos que al sepulcro van.

Mas ¡cuál su sorpresa, su asombro cuál fuera,
cuando horrorizado con espanto ve
que el uno don Diego de Pastrana era,
y el otro, ¡Dios santo!, y el otro era él…!

Él mismo, su imagen, su misma figura,
su mismo semblante, que él mismo era en fin:
y duda y se palpa y fría pavura
un punto en sus venas sintió discurrir.

Paseo Literario (VII): parada de transición

En esta parada en la Plaza del Poeta Iglesias se leyeron textos que hablaban en general sobre el Paseo o sobre los autores homenajeados. Aquí podéis leer uno de ellos:











Roxana Sánchez Seijas, Luis Gutiérrez Barrio y Benito González




Los libros

Texto original de Montserrat Villar González


El frío de la habitación
más abrigada de la casa
destruye la lógica de este momento.

Por eso los libros tiritan,
evitando con el abanico de sus hojas
el refrigerio de la lectura.

El Quijote
intenta apagar el final de su obra,
y nieva en el paraíso
obligando a cubrirse a
los dos turistas que la habitaban.

Entro,
la luz se enciende,
los libros sufren de parquinson,
la calefacción se rebela.

Salgo corriendo,
la luz se esconde,
los libros se juntan
para evitar que hiele.

Hay algún Torrente
que enciende una hoguera.
Mientras Espronceda
navega en un océano de guerras.

Grita un Unamuno
tratando de convencer de la llegada
de su muerte a un suicida.

Alguien abre la puerta,
quizás una Gaite...
y todos a una, buscando la vida, que es sueño
se acurrucan en mi cama.

Es de noche, la luz se apaga;
cierro los ojos
sudo, sueño,
sueño con un joven Don Juan en mi cama.

Paseo Literario (VI): Gonzalo Torrente Ballester

El autor teatral, crítico y novelista gallego se estableció en Salamanca como profesor de Literatura en 1975, y aquí vivió hasta su muerte en 1999. Querido y respetado en la ciudad, era un asiduo de la plaza Mayor, a cuyas cafeterías acudía para redactar sus escritos. También solía dirigirse a los salmantinos desde el balcón del Ayuntamiento para inaugurar la Feria Municipal del Libro. A edad avanzada le llegan el reconocimiento popular y el Premio Nacional de Literatura, el Príncipe de Asturias y el Cervantes, entre otros.

[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]


Fragmento de Don Juan (cap. 2), seleccionado por Montserrat Villar González

Ejercitarse en sus prerrogativas de arcángel satisfizo, de momento, al Garbanzo, y así se entretuvo en garbearse un rato por las alturas. Pero no fue larga la demora, porque el aire le llevó hacia el barrio aledaño donde tenía su burdel la Celestina, y nada más olfatearlo, se lanzó en picado sobre la casa.
Era tarde, y los fletes se habían retirado, salvo un par de estudiantes agraciados con el amor de otras tantas mancebas que se entretenían con ellas en los últimos deleites. Las demás, congregadas por la voz y el orden de Celestina, rezaban el rosario en la planta baja, abiertas las ventanas como era la costumbre, para que, si alguna ronda o chivato pasaban por la calle, pudieran atestiguar que en aquella casa se honraba a Dios debidamente. Rezaban con voz adormilada, arrastraban Avemarías entre bostezo y bostezo, y alguna se quedaba dormida antes de empezar las letanías, con gran irritación de la Celestina, que exigía los mayores respetos para las cosas de Iglesia.
Estaban en el cuarto Paternoster, cuando sonó un estruendo en la cocina. El ama, molesta, envió a una chica a inquirir lo que pasaba.
-Algo ha caído sobre el fogón– dijo la moza, de vuelta. Está la olla derribada, los leños esparcidos, y la cocina huele a todos los demonios.
-Alguna burla de estudiantes.
La que estaban ocupadas asomaron las narices por las puertas; Celestina las despachó con malos modos, les dijo que en acabado el rezo, cada mochuelo marcharía a su olivo, y cada estudiante a su posada, sin abono del tiempo que perdieran en aquellas curiosidades.
-Y vosotras, a rezar. Cuarto misterio…
Entonces, sucedió que los contornos de las cosas empezaron a doblarse. Las palabras del rezo parecían también de goma y salían lentas y dobladas, los asientos de las sillas se ablandaban y hundía, y el entarimado, como si también fuese de elástica materia, comenzó a parecer que se sumía, pero muy poco a poco; así también el tiempo vacilaba en sus contornos y pasaba más lento. Y después el aire dejó de ser sonoro, y la habitación entera se vaciaba de él, para llenarse de una especie de aires sordo dentro del cual las palabras tenían que arrastrarse, y aun así, solo salía de ellas un susurro.
Hizo, pues, Garbanzo su aparición solemne. Venía embadurnado de hollín hasta los ojos y traía chamuscadas las faldas del hábito. Consistió la solemnidad en filtrarse por la mesa que congregaba a las orantes, surgiendo de abajo arriba; pero como un Bautista: primero, la cabeza, con la que miró alrededor mientras las chicas interrumpían la oración espantadas, con patatuses, gritos y derribo de sillas; luego, el torso y los brazos que hacían aspavientos; por último, lo que quedaba del cuerpo. Quedó sentado sobre la mesa en actitud poco compuesta. Todas se habían desmayado, menos el alma.
-Buenas noches.
Aquella manera de aparecer, aunque nueva para Celestina, si le causaba sorpresa, no le causaba miedo. Se puso en jarras, con el fraile.