martes, 17 de mayo de 2011

Fantasías animadas










El 5 de mayo de 2010 Javier Panera nos guió por la exposición colectiva Merrie Melodies (y otras 13 maneras de entender el dibujo).
Partiendo de la doble premisa de trabajar con animaciones y contar historias, esta exposición colectiva reunió una serie de trabajos que abordaban iconográficamente el subconsciente.

Estas son algunas de las creaciones de los miembros de SLC tras la visita:


ABABOL, por Gloria S. de Castro

Me cuesta escribir
De terrores infantiles,
De sombras animadas,
De Alicia y el conejo,
De aquel pasado
Con olor a telarañas.

Soy parte del presente,
ni un esbozo
Bajo la nieve,
Ni esa carencia de humor,
Ni la muerte albina,
Tampoco el vértigo
De entrar en ti,
Encuarnada,
Me despejan
Me evaden de estos aposentos.

Soy un lápiz azul
Que pinta el aire
De mañanas.


Dibujos animados de ayer y hoy, por Benito González

Imágenes animadas se elevan en el DA2 como el agua clara sobre el manantial que la deja fluir.
Los ojos de los humanos derraman pensamientos de horrendas cosechas y sombras quemadas en las alas negras del tiempo.
Pero mis años perdidos en el fugitivo intento de llegar a tu fantasía, son los más grandes de mi vida, los más intensos, plenos de ilusión, noche y día.
No quiero perder, en mi visión de enamorado, el poema marchito que aún no te he escrito.
No quiero dejar en el olvido lo que ahora parece hablar de lo que yo ayer ya he vivido.
Tus secuencias son alabanza en mi memoria, tu imaginación en mi deseo larga gloria, tu dibujo enclaustró mi alma eternamente, de mi niñez bella historia.
Quiero volver a mirarte desde la puerta desnuda del camino.
Y aun cuando no te vea, puedas encender el candil de nuestra infancia atrapada en ti, para que su luz mantenga en los fotogramas en movimiento la esperanza eterna de encontrar mi sonrisa.
Los días se elevan en el DA2 como el agua clara sobre el manantial que me lleva a ti, fantasías animadas de ayer pero jamás de hoy.


Poema de Luz Mercedes Orrego Morales

Un mundo deshabitado
Por las sombras,
La necesidad de volver
Al inicio,
La gravedad de las alas,
La culpa.


Merrie Melodies, por Montserrat Villar


Quiero escribir esta vida de nuevo:
sentarme en el centro de este cuarto que me observa,
sentirme abrazado por el color ocre y azul que cubre
las cuatro paredes que silencian mi destino.

Quiero escribir esta vida de nuevo:
ocultar la evidencia que pende de estos clavos,
olvidar esos minúsculos y acechantes cuadros
que recuerdan la vil infancia que he vivido.

Sentarme, sentirme, ocultar, olvidar...

Quiero descolgar esas verdades:
olvidar que ha existido este infernal invierno,
ocultar que he muerto bajo este techo,
recordar que quiero seguir viviendo.

Quiero descolgar esas verdades:
sentirme ausente de esta procaz presencia,
sentarme, inocente, a esperar la siesta
silenciando el miedo a despertar esa absurda vehemencia.


Qué hay de nuevo... por Mª Victoria Díaz Santiago


Pietr.

E intentó hablar su lenguaje. Miles de voces al unísono tratan de romper el hielo. Bunny produce sonidos de entre las voces. Es lo único que le recuerda a la verdad de guerra fría rodeado de las aves negras del hielo y sus melodías. Los monos del Ártico son hombres negros y mujeres que van también de negro, una especia extraña, no descubierta aún o en peligro de extinción, de corazones encarnados rompiendo su propia superficie de corazón escarchado. Bunny afina suvoz cálida de frío de témpano al sol helado latiendo a ciento sesenta pulsaciones bajo cero. Su origen humano es una especie en proceso de congelación. El espejo se hace añicos. El tren se detiene en la estación. Desde su asiento, Bunny no apartaba los ojos de la ventanilla.

Ingrid.

He tried to speak their language somehow. An orchestra of thousands of voices was trying to break the ice. Bunny starts to produce sounds from within those voices. That is the only cold war memory he has of the truth while being surrounded by Arctic blackbirds and their singing. The Arctic monkeys are a throng of men and women in black, a strange kind of specie not yet discovered but endangered perhaps. Crimson hearts in the process of breaking their own icy surface in the freezing cold, shape Bunny's gentle tone of voice. It is beating a hundred and sixty times per minute, under a chilled sun minus zero. He belongs to a new kind of specie in danger of freezing. The mirror gets shattered. The train gets to the next stop. In his seat. Bunny cannot take his eyes off the window.


En el perfil de las sombras, por Sofía Montero García

[Merrie Melodies. Fernando G. Instalación CRISÁLIDAS. Sala 7]

Espectáculo de luz en el sonido de la noche
focaliza las miradas.
Siluetas vigilantes del espacio
actúan entre los muros.
Acrílico de sueños
proyecta su expresión
atrapado por la imagen.
Presencia y ausencia,
pincel de sombras,
despiertan la quietud,
con trazos de cuerpo intermitente.

.....................................................................


En la visita, a algunos miembros les llamaron la atención obras que pertenecían a otra interesante exposición colectiva del DA2: Arctic Hysteria.


Una liebre iluminando al mundo, por Josefa Sánchez Sousa

[Obra de Pekka Jylhä: http://www.pekkajylha.fi/index2.html]











María do Ceo, cansada, se sienta en su confortable butaca. Como buena observadora -y entre bostezos- dice: ―Cómo está el mundo: umbroso, feo, asfixiante. Qué sue-ño-. Un cabezazo y Morfeo la abraza, desconsiderado:

―Mira dónde se posaron los cuervos, negros, antipáticos… Pero resultan, tienen movimiento.

―Corro, corro, corro mucho. ¿Dónde voy con tanta prisa? Sin meta, a oscuras. Sí, voy en busca de luz por bosques tenebrosos. Piso enloquecida por huellas ya marcadas.

―Qué frío tengo. Claro, ya estoy entrando en los ventisqueros… Me pondré el abrigo de “La Madre Tierra” que me regala Anne Rapinoja y también el sombrero… ¡Son una maravilla! Los zapatos, preciosos, no; tienen mucho tacón y yo corro mucho por la nieve que tiene luz… No, no tiene luz. Es una liebre iluminando al mundo con una lamparita. ¡Qué pena! Una liebre iluminando al mundo por nuestra incapacidad.

El ruido infernal de esas máquinas me ha despertado de este sueño tan raro buscando la belleza y la luz que sólo TÚ proyectas.


La histeria, la ártico, en fin... , por Lorena Escudero

La histeria.
La histeria es la histeria.
La histeria no es una enfermedad ni es locura.
Locura no es lo que te arroja desnudo al frío.
Frío es lo que se lleva, ardiendo, dentro.
Dentro aparece esa punción.
Punción constante, una cuenta atrás.
Atrás dejas solo cenizas.
Porque te quemas.

Todo helado blancor, toda sombra te transforma en una botella de combustible sin que te des cuenta. Y la punción es la chispa.
Puede que comiences a gritar. Quizá una mañana, delante del espejo, grites. Esperas -creo- que ese grito saque toda la histeria, que el espejo salte en pedazos, que se rompan las ventanas, las macetas, los platos, las paredes, que revienten tus pulmones. Eso habría sido tal vez el fin de la histeria. Pero el espejo sigue intacto. Y la punción también.
Así que sales afuera, no importa el frío, no importa el blanco, no importa. Sales y corres, gritas, caes, huyes, golpeas, caes, dibujas, cantas a gritos, corres, caes, gritas, arrojas, aturdes, corres, quemas, gritas, golpeas, quemas, caes, quemas, gritas.
Hay que destruir algo, a ti, reducirte a cenizas, del todo. Y luego nada.
Después de la histeria no hay nada, el inicio del ciclo. La botella de combustible comienza a llenarse otra vez, la punción duerme.

Como el Ave Fénix
pero sin poesía ni gloria.



Libertad, Igualdad, Fraternidad











El 14 de abril de 2010 visitamos la exposición permanente sobre la masonería que se encuentra en el Centro Documental de la Memoria Histórica. Un audiovisual, más de un centener de piezas extraídas del fondo documental, bibliográfico e iconográfico del Archivo del Centro y una visita a la recreación de una logia masónica inspiraron los siguientes textos:


Retratos para el recuerdo, por Blanca González Prieto

["Retratos desde la celda", exposición Archivo CDMH]


Cayó una espesa bruma sobre la memoria.
El ideal mató los ojos de los ángeles,
y el llanto rompió el silencio de una noche mansa.
Desde aquí escucho el mar,
sus lenguas babosas rebotan
en los costados de esta barca efímera.
Yo vi cómo la metralla se comía
la inmensidad de una palabra,
y su ala se deshacía al calor de su aliento.

Los portones acerados,
se empeñan en maniatarse a los muros,
tan solo un párpado de luz
se cose
a la sonrisa de tus labios,
a la serenidad de tus ojos
a esa presencia tuya que puedo ver tu último retrato.


Black Death, por Mª Victoria Díaz Santiago

[Carta a Nicomedes Ortega, 1935]


Bien había pensado en retirarme. Ya dice el dicho que la curiosidad mató al gato. No obstante, esa misma curiosidad me atraía como el compás a la escuadra y la mortaja a la calavera, como una mano justiciera que estuviera en posesión del conocimiento más absoluto, de la piedra sin pulir, del germen de la esperanza, de la caridad y de la fe. Nosce fe ipsum. La muerte negra.
Todo me daba vueltas. Anatemas se escapaban a borbotones de la vasija de barro. Las máscaras negras horadan los pasados albores del siglo XX. Había perdido la noción del tiempo tan solo marcado por el reloj de arena que no marcaba nada, porque era como si el tiempo se hubiera detenido en aquella antesala. La ambición, la ignorancia, la hipocresía eran una forma de libertad condicional que hacía advertir como más fácil la facultad de censurar que la de obrar. El caballero sabía que sería el fin de todo poder terrenal y profanación. Me encontré cara a cara con el difunto amortajado. A la gloria del gran arquitecto del universo me postraba yo, cual albañil, con la cabeza gacha.



Símbolos de la memoria, por Sofía Montero García

[Una mirada a la masonería. Símbolos: Banda de Maestro, grado 3º]


Amo el dorado de las formas
con el recuerdo perdido en el silencio.
Alboroto de huellas estampadas
destrozan la paz de mi palabra,
mueren en un símbolo de ideas,
en el latir de mi memoria,
en la quietud del cristal
que adorna los objetos del deseo,
en la huella de un recuerdo
congelado en el tiempo.


La Masonería, por Isaura Díaz Figueiredo


Todo rezuma misterio, inquietud en la gran Sala, algo desconocido se abre ante mí... "LA MASONERÍA”

Llamo a mi duende, ese que me quita de las grandes dudas, vive escondido en mi alma.

-¡Misterioso duende, háblame de esta parte del Museo, que tanto dolor ha causado, a la vez que tanto desconocimiento hay sobre lo que aquí se encuentra!

Si su lema es "Libertad, Igualdad, Fraternidad"… no debe ser malo. Entonces, ¿por qué han sido perseguidos desde su fundación en 1730 por el Papa Inocencio III cuando se fundan las Logias, y la Iglesia Católica no duda en decir de ellos palabras tan duras como "Son como ladrones que irrumpen en la casa y también zorros que se esfuerzan por destruir tus viñas”? Oigo una voz fuerte, poderosa:

Artículo 12, sea aplicado con todo rigor.

Veo a un hombre de apariencia rica, aunque sus vestidos estén deteriorados por duras penas de cárcel; no se encoge, ni intimida ante aquella voz segura.

Él parece saber el motivo por el que ha sido acusado; cabeza alta, brazos presos a su espalda, sangre en las muñecas... poco importan, muestra seguridad y firmeza en cada gesto, con su mirada fija en la de su acusador.

Contesta con pausa a cada pregunta que se formula:

-Estado civil…casado
-Cargo actual...médico
-Lugar donde ingresó en la Masonería…Tengo la impresión que aquí duda antes de contestar; no obstante, bien dispuesto, bien disciplinado, responde. Barcelona
-Nombre simbólico que tenía dentro de la Logia….Rousel
-Jefes a los que estaba subordinado…a Dios y a la Patria
-Talleres…todos los que sirven para hacer bien al hermano
-Reuniones…las necesarias
-Cargos…un hermano más
-Razones por la que entró en la masonería…por Amor y Justicia
-Qué información nos puede dar sobre sus compañeros… No tengo compañeros, somos hermanos, nuestra sangre es una

No oí más, mi duende se ocultó en algún lugar secreto, posiblemente para escuchar la voz apagada, casi ininteligible, del General Franco, que, agitando su mano temblorosa, saluda desde el balcón del Palacio Real a la multitud que se congrega en la Plaza de Oriente.

Todas las protestas habidas contra España obedecen a una conspiración masónica izquierdista”…

Nada más pude entender. Seguro que no hubo duende, ni voces, era solamente mi imaginación jugándome una mala pasada, precisamente dentro del Museo de la Memoria Histórica. Así fui otra vez adolescente, rebelde, pude volver a escuchar, por última vez, la voz del General Franco, 55 días antes de su fallecimiento.

Me asalta la duda de saber cuántas personas, de las miles que abarrotaban la Plaza de Oriente, sabían algo sobre la masonería… Un ruido difícil de explicar, quizá páginas de libros abriéndose a toda prisa, o quizá cerrándose, no sé... A lo mejor los espíritus de aquellos nombres escondidos entre legajos y que yo, intrépida de mí, había querido despertar de su largo sueño.



miércoles, 11 de mayo de 2011

Rumbo a Oriente (II)

La visita a la exposición Encuentros: Visión de Oriente por Occidente dio para mucho...
Aquí van algunos textos más.


Zheng He el Eunuco, por Natividad Gómez Bautista

A pesar de esa gran ausencia entre sus piernas, fue un hombre fuerte y valiente de casi siete pies de alto y cinco pies de circunferencia, frente despejada y ancha como de tigre, ojos tintineantes como rayos de luz, tez oscura y dura como piel de naranja y una boca tan rotunda como el mar, Ese hombre que, al mando de una poderosa flota de hermosos juncos rojos, exploró siete veces los mares desconocidos y algunos dicen que hasta llegó a América mucho antes que los europeos, ha vuelto. Y ha vuelto, después de miles de años, desde las profundidades del mar, no sabemos muy bien si en busca del trozo de historia que le han negado o de la vasija de barro que guarda sus genitales y su eternidad.


Francisco Javier, un tal Perry y la Banda de los Cuatro, por José Mariano Pizarro Sánchez

La Reina de las Geishas lavaba su sexo escarlata. Cubríase el torso con su kimono desasido, destarbado por la primera postura al abandonar el lecho. La luz entraba amarilla y lenta, como si le costara trabajo atravesar el papel de arroz de los paneles que daban paso al jardín. El sol posaba sus rayos en el centro de Ikebana que daba sentido a la estancia apenas amueblada, y rodeaban muy despacio a la mujer. Ela calaba su mano en el agua jabonosa contenida en una palangana de porcelana Quin Bai, mientras un bucle de sus cabellos negros caía tapándole los ojos.

La rendija lineal que dejaba el panel de la ventana permitía contemplar el puerto, donde hacía su entrada en esos momentos uno de los juncos de Zhenghe. De las espumas del mar de Occidente se alzó un dragón azul cobalto y apoderándose del rebufo del viento penetró por todas las rendijas de cada casa. La geisha y la palangana rodaron semienvueltas por las esterillas del suelo que, si bien amortiguaron a la Reina Geisha, no impidieron a la palangana hacerse cien añicos.

Dragón Cobalto se erguía rampante sobre la mujer, en penumbra bajo su sombra tenebrosa. La luz de su mirada eclipsó monentáneamente el animal fabuloso. La hembra en calidad de reina, armándose de un pedazo de porcelana rota, de afilada esquirla y de un escudo de coraje, se lanzó ahacia él sin perderle la mirada. Cortó sus fauces manchando las paredes del aposento con ocho flores de loto rojas.

El monstruo lanzó un rugido de cañón, barriendo con su cola en ademán de esquivo dolor el espacio que le circundaba. Poco a poco, como camaleón que transita sobre una estela de pasión, se fue tornando de rojo óxido.

El fuego de sus entrañas suturó la herida de la piel y del honor. Prendiendo a la muchacha con su garra, y de tal manera que no lastimara su delicada belleza, la raptó, como si de una sabina de Oriente se tratara. Voló rasante. Surcó los mares del sur de la China hasta que recaló al suroeste de Java.

El Hijo del Sol Naciente cerró puertas, ventanas, mamparas, palenques. Alineó a sus ejércitos frente a los ejércitos de Pandu, frente a los ejércitos de Siam, frente a los ejércitos de la Cruz Ultramar. Así permanecieron en el transcurrir de los tiempos hasta que, descartado el rescate de la hembra, se optó por las alianzas y pudo llegar un tal Perry a la bahía Edo en Cipango.

A veces, recostado en la luz del atardecer, se pone de manifiesto el vago devenir del tiempo. Se calman las epopeyas e irrumpe la civilización, el encuentro, solo por un tiempo. En uno de esos trances del instante histórico, la geisha y el dragón cohabitaron. Él levantó un teatro para que ella cantara sus lágrimas, danzara sus sentimientos, contara las hazañas de su señor con esas marionetas, con esos títeres de sombras que ahora ustedes ven colgados en las paredes de mi casa. Mi madre, como no era inmortal, con sus cenizas y un poco de caolín, la transformó mi padre a fuego en una miniatura de porcelana que siempre nos acompaña.

Cuando salgamos ahí fuera, mis tres hermanos y yo navegaremos por los mares a lomos de libros sagrados. Aquí pondremos la victoria, allí la muerte, el hambre y la guerra... Iremos a festejarlo a una ensenada, con mucho cuidado porque, según el dragón, de un galeón castellano bajará Francisco Javier, clavará en la arena una espada, nos reclamará o no la caja caoba, que aloja la miniatura porcelana que siempre nos acompaña.


Silkworm, por Mª Victoria Díaz Santiago

¡Cómo se colma de respeto mi corazón
cuando contemplo la empalizada carmesí
de esta morada de dioses!

Ikuta Atsumori
Komparu Zenpô (1454 - c.1520)


Eccentric.
Mother of Pearl is in a silk kimono over a round table in a watercolour and ink on paper painting. It travelled inside back in time a hundred years. It had no maps, no palaces; there was no waiter in a white jacket. Scents of frozen beings brought back to life by fragile human flesh call upon cinnamon Bodhisattvas. The silkworm holds close life-eating leaves greedily. It had always wanted to be a glow-worm but it was born a silkworm, a black silkworm.

Day after day Mother of Pearl grows, and grows and grows. Its ordinary black soft body fades away during the daylight. Its new white big light seems to hang out from within the branches. It is lingering for change. Time flies and the worm grasps itself inside a yellow silk shelter at dawn, getting gratified for the plain forgetfulness of useless hours waiting to be born, waiting to come out. The trim butterfly is gone. Silk is all over. Mother Pearl heard the humming of its own steps on the wet mud.


Gusano de seda, por Mª Victoria Díaz Santiago

Excéntrico.
Madreperla lleva puesto un kimono y cuelga por encima de una mesa redonda en el cuadro de acuarela y tinta sobre papel. Ha viajado dentro de si unos cien años atrás en el tiempo aproximadamente, sin mapas, sin palacios, sin un camarero con chaqueta blanca. De entre las ramas, el aroma inerte de seres devueltos a la vida por la frágil carne humana se deja llamar por los Bodhisattvas canela. El gusano de seda se envuelve con avaricia de pétalos verdes sedientos de vida porque siempre había querido ser luciérnaga. Sin embargo, ha nacido gusano de seda. De color negro.

Día a día Madreperla crece y crece. Su achaparrado cuerpo oscuro a las horas del día le convierte en una gran luz blanca con nubes azabache y parece que se va a abrir por dentro. El tiempo vuela y el gusano de seda se abraza al interior de su refugio amarillento al amanecer, reconfortándose en el abandono de las horas inútiles que esperan ser devueltas a la luz, que esperan abrazar su aura. La envoltura sedosa está vacía. La empalidecida mariposa se ha marchado y solo queda la seda. Madreperla ha reconocido la música de sus propios pasos sobre el fango humedecido.


Poema de Juana Ciudad Pizarro


Cae la lluvia
Las montañas duermen
Bajo sábanas de nubes

El emperador Shi Huan
Quiso llevarse a su ejército
Al más allá

Las bicicletas
Sigilosas recorren
Las avenidas

Y su gran sueño
Fue la pesadilla de
Miles de hombres

Al atardecer
La muralla de Xi'an
Como un regalo

Con su pueblo fue
Cruel y se creía
Hijo del cielo

Faroles rojos
Se encienden, y se apaga
La algarabía

Esta es la historia
Del emperador Shi Huan
El unificador

La ciudad duerme
Los gusanos de seda
Nunca descansan


Poema de Luz Mercedes Orrego

A Ghania no les basta
el rey para ser feliz.
En el jardín, el perfume
del amante azul se le
escapa de sus manos,
los jazmines entreabiertos
presagian la noche,
la estupa, le recuerda
que es ella y nadie más.


Poema por Luis Miguel Gómez Garrido

OM...

"Así, cuando el sol del puro Conocimiento de si brilla,
el mundo de los vivos y las cosas sin vida,
el universo y todo lo que existe,
en el Supremo parecen no ser más que una realidad."

(Lal Ded)


Alma peregrina, no divagues
en superflua metafísica.
Ocultos senderos, caminos internos,
conducen a tu templo sagrado, entre montañas,
bajo el Sol de la Conciencia radiante.
Tus pensamientos se ciernen como águilas
coronando la pureza de las cumbres
en la serena frente azul del cielo.
¡Cuánta paz se siente en el alma de las almas,
donde late el corazón ardiente
del árbol, del pájaro, del gamo, del ciervo y del regato!
Sopla la brisa, suave, susurrante,
entre las músicas hojas de alamedas
al borde de los nadis que serpean
por el cuerpo vivo del valle.
Y un eco prolongado resonando en el abismo
recuerda el alma ensimismada
su origen divino.


Dioses de conveniencia, por Luis Gutiérrez Barrio

Si te llamo y me escuchas, serás mi dios.
Si atiendes mis súplicas, serás mi dios.
Si castigas a mis enemigos, serás mi dios.
Si haces que se cumplan mis deseos,
tú serás mi dios, y yo el tuyo.


Habían pasado ocho días desde que el galeón “La Concepción” zarpara de las Molucas con rumbo a Nueva España. Llevaba en sus bodegas un rico cargamento de especias, sedas, cerámicas…Al quinto día de navegación, les sorprendió una terrible tempestad que parecía no acabar nunca. Tres interminables días hacía que se había desatado aquella tormenta y el cielo no ofrecía ninguna señal que hiciera presagiar su final. Los marineros estaban exhaustos, un rayo había destrozado el mástil de proa y el viento había hecho jirones las velas. La navegación se hacía cada vez más penosa. Imponentes olas, levantaban la nave hasta el cielo, para luego sumergirla en una negra y profunda sima, como las fauces de un terrible monstruo marino dispuesto a engullirla.

Un fraile, abrazado con todas sus fuerzas al palo mayor, rezaba sin cesar a un dios que permanecía ausente del trágico escenario. Convencido de que todas sus plegarias, rezadas mil veces, no daban resultado, al borde de la desesperación y el desánimo, se fijó en un hombrecillo, que desde el día que partieron había permanecido abrazado a un bulto, tan grande como él, del que no se separaba jamás.

El fraile se acercó a él, dando bandazos por cubierta, levantó cuanto pudo la voz para hacerse oír entre el estruendo del viento y la lluvia:

- Qué ocultas con tanto afán.

El hombrecillo no respondió, al contrario, se abrazó con más fuerza a aquel bulto y apartó la mirada del fraile.

- Te he dicho que qué llevas ahí oculto, ¡responde!

Ante la negativa de aquel hombrecillo, el fraile requirió la ayuda de un marinero, que agarrado a una soga, se esforzaba por mantener a duras penas el equilibrio. Entre los dos rompieron la burda tela que envolvía aquel “tesoro” y vieron con enorme sorpresa que se trataba de una figura de madera representando una divinidad hindú de múltiples brazos.

El fraile, aterrado, retrocedió un paso, se santiguó e inmediatamente instó a aquel hombrecillo a que diera una explicación.

El hombre, atemorizado, apenas acertó a explicar que él sólo era un artesano y que había recibido el encargo de tallar esa imagen y que la llevaba para su entrega.

Al fraile de inmediato se le iluminaron los ojos, acababa de entender la razón de aquella terrible tormenta y por qué sus plegarias no eran atendidas: Había un dios pagano a bordo, y por supuesto había que deshacerse de él.

Envió al marinero a que avisara al capitán, quien no de muy buena gana se presentó en cubierta. El fraile le explicó la situación y que el único remedio para calmar la tormenta era arrojar aquella imagen al mar. El capitán no se mostraba muy convencido de que por tirar aquel trozo de madera al mar, este fuera a calmarse, pero ante la insistencia del fraile y teniendo en cuenta la desesperada situación, ordenó a la tripulación que así lo hiciera.

El artesano no estaba dispuesto a deshacerse de su trabajo, pues en él tenía puesta la esperanza de cobrar un dinero que le sacaría de muchos apuros. Se abrazó con todas sus fuerzas a aquella figura, pero la tripulación había recibido una orden y las circunstancias no se ofrecían para andar con contemplaciones. Cogieron por la fuerza a la imagen y al hombrecillo que no se separaba de ella y los arrojaron al mar.

La mar, lejos de calmarse, se enfureció aún más. Tanto fue así, que a las pocas horas, una gigantesca ola sacudió con tanta violencia al galeón, que lo partió en mil pedazos.

La blanca arena brillaba intensamente por la incidencia de los rayos del sol que lucía en un cielo azul y claro. Hombres y mujeres, con miradas incrédulas, recorrían la playa sin explicarse lo que veían: Cientos de barriles llenos de especias de todo tipo y arcones con riquísimas sedas diseminados a lo largo de la toda la playa, y en medio de aquel valioso tesoro, un hombrecillo abrazado a una extraña imagen. Se acercaron con cautela, con miedo, le rodearon, pensaban que estaba muerto. Uno de los hombres se acercó un poco más y le punzó con su lanza, como no respondiera, el resto de los hombres se acercó a él formando un círculo a su alrededor. De repente, el hombrecillo abrió sus atónitos ojos y levantó la cabeza sin entender donde se encontraba. Los hombres y mujeres que le rodeaban, retrocedieron espantados e inmediatamente cayeron de rodillas mientras entonaban unas rítmicas palabras que él no entendía. Le ayudaron a levantarse y con grande ceremonia le llevaron, junto con su escultura, al poblado. Instalaron la imagen sobre un pedestal situado en el centro de la aldea y a él le obsequiaron con todo tipo de riquezas, alimentos y mujeres. Fue alojado en la más amplia y suntuosa choza, y en ella vivió el resto de sus días agasajado y venerado como un dios.



Rumbo a Oriente, por Javier Herrero Barrado

Occidentalismo de unos, orientalismo de otros, Geocentrismo de Ptolomeo, Heliocentrismo de Copérnico, Eurocentrismo desde Robert Schuman, el ismo de Fulano y, cómo no, el de Mengano.

Oriente y Occidente, Occidente y Oriente, ¿Occidente u Oriente?
Una construcción ideológica: Oriente era el punto de referencia, por donde salía el Sol, nada más (y nada menos) y Occidente se autodefinía como cristiana.

La noción de Oriente y Occidente es simbólica, y según el siglo, civilización o lugar geográfico, se les otorgará un significado u otro.

"El otro" (persona oriental u occidental) forma parte de la visión que tenemos de nosotros (occidental u oriental), que vendría a decir "yo soy lo que tú no eres, sumado a mí".

El ser humano se pasa la vida (para bien o para mal) comparando o comparándose, con envidia y vanagloria, o sin ellas, me da igual.

También se pasa la vida relacionando y relacionándose, y esto es la clave del éxito de su evolución.

Las palabras Comparar y Relacionar se deberían escribir con mayúscula. Otras, depende:
desconfianza, Fascinación, desprecio, miedo, Admiración, Fantasía, Exotismo, fanatismo, Experiencia, resentimiento, recelo, etc.

¿Diálogo de culturas o choque de civilizaciones? No más estereotipos, prejuicios y tópicos.

Hoy en día, definir a Oriente y a Occidente me produce malestar, parece que mutliculturalismo (otro más, el ismo de Zutano, creo) solo existe en lugares como Nueva York.

Son evidentes las diferencias lingüísticas y religiosas, pero las similitudes entre todas las personas que pisamos este planeta son infinitas.

Las palabras oriente y occidente se deberían escribir con minúscula, aunque cada uno hará lo que crea más conveniente.

martes, 10 de mayo de 2011

Rumbo a Oriente (I)




















El 24 de marzo de 2010 los miembros de SLC visitaron la exposisión Encuentros: Visión de Oriente por Occidente en la sala de exposiciones Santo Domingo de la Cruz.
Esta muestra nos trajo el recuerdo de los europeos que, desde Marcopolo, llegaron a Persia, China, India o Japón, a través de grabados y mapas antiguos, porcelanas, pinturas, miniaturas de Persia e India, esculturas y marionetas procedentes de las Rutas de la Seda y de las Especias...

Algunas de las "respuestas" a la visita fueron estas:

Trebejo, por Blanca González

Su cuerpo cayó como un trebejo inanimado
cuando sintió que el espíritu obediente a la muerte le abandonó.
La puerta se había cerrado de golpe
el día en que había despertado a su madre con el llanto
después de un aletargado remanso en su vientre.
Ella era una pequeña gota en una tarde de lluvia.

Los soberbios dioses conspiraron y manipularon su alma
-era demasiado hermosa para su pequeño cuerpo-.
Desde entonces anda en los teatros de títeres
repartiendo fantasías
y mira perpleja al maestro
con su pupila obediente y resignada.
Vitalmente entra en el éxtasis
de alcanzar plegarias
guiada por la voluntad a través de quien maneja su cuerpo
que ella cree poseído por los dioses
y abandona su yo...
Tan solo... el dios Thot
se precupa en escribir
que un día pasó por el gran teatro de la vida
repartiendo ilusiones.


Benjamín de Tudela, por Soledad Sánchez Mulas

Dibujaste el Oriente
anudando el deseo de la verdad desnuda
a la piel espumosa del Mar Mediterráneo.

Con el trazo inseguro de los sueños,
un arco,
incógnita del agua y de la tierra,
creciendo en el silencio de tus ojos.

Noches de sal
alborotando el pecho,
saltando desde el agua hasta el punto infinito
que quebraba tu duda.

Te acompañaban siempre los confines
de un rastro de perfume.

Un doloroso ayuno de certezas
alimentó tu miedo,
hambriento de naufragios y tormentas,
hasta la última playa.

Luego,
quedó de ti un insomne vigía plateado,
colgando de tu pluma.

Como un ángel mojado.

O como un hombre oscuro,
perdido en la memoria de Basora.


Diosa Lakshmi, por Carlos Blanco Sánchez
[Escultura representando a la diosa Lakshmi
Siglo XVIII/XIX
Rajastán. Madera pintada
Medidas: altura 54 cm., ancho 47 cm]


Decidme:
¿Quién me llama? ... ¿Quién? ...
Árboles exultantes de mágica primavera
escoltan mis pasos.
Flanqueado por prímulas multicolores,
ascendiendo las escaleras
de un Santo Domingo atronado por el eco estridente
de cientos de estorninos enarbolados,
amorosos;
que se abrilizan al sol.

Me acerco al mostrador y me acredito.
Una cálida sonrisa femenina pone,
en mi mano,
un tríptico alusivo a lo que el destino
esta trade me depara;
sabedor que es la llave de acceso
y con la incertidumbre
de quien acude a un prostíbulo
por primera vez.
Lo acaricio y percibo que emana
aromas de tinta.
Hago ademán de abrirlo,
pero lo guardo en mi cuaderno de notas.

Accedo a una sala solitaria.
Palpitante y pleno de emoción,
consciente de que soy dueño de todo.
Allí estoy yo:
rebosante, solo.

Traspaso el quicio de la "Puerta a Oriente".
Inmerso en una luz de amanecer,
la sala me absorbe y envuelve,
salpicándome de finas
y delicadas porcelanas qin bai
y azul cobalto.

La voz me atrae.
Me siento Ulises.
Desarmado.
¿Quién eres? ... ¿Qué quieres de mí? ...

Detengo mis pasos.
Observo...
Cortinajes de arenisca
en la Ruta de la Seda...

-¡Ven!, soy Lakshmi...

Dirijo la mirada
hacia la voz y allí,
justo en la diagonal de su alcoba,
ella se muestra entronada,
erguida, hierática,
voluptuosa, bella.
Me acerco pausado.

Ya junto a ella, me contengo,
loco por acariciar sus senos tersos.
Sesgada su sonrisa
de jugosos labios.
Enigmática.
Sus ojos rasgados,
golondrínicos.

Los dedos ensortijados tantas veces
como las reencarnaciones del dios Vishnú,
su esposo.
Ahí está ella,
majestuosa y plena de joyas;
eternamente quinceañera.

Entre contracciones de mareas
intuyo su nacimiento.
Imagino el parto de los océanos
y su emerger de entre la espuma
y, a Lakshmi,
ellos le agasajan
con guirnaldas de frescas flores
para engalanar su cuello.

Sobre ella,
el Ganges se transforma en copiosa lluvia
que emana de un par de probóscides.
Sus muslos entreabiertos,
atrayentes, excitantes...
Diosa de la procreación,
la fortuna y la hermosura.

Lakshmi:
¡Te poseería!,
pero temo al avatar de tu señor,
con su pico afilado, envenenado,
aguíleco.

Te he gozado
tan ni siquiera me he atrevido a rozar con mi piel
tu ajustado traje de seda.
¡Fuiste mía!

De sus aposentos salgo sin darle la espalda.
Lentamente la abandono,
saboreando sus placeres de diosa.

Hoy, entre el Ganges y el Tormes,
florece un pensamiento...
Ante él me detengo.
Lo admiro,
lo acaricio y me lo llevo.


Sentada en la expresión, por Sofía Montero García
[Escultura del dios Vishnu. s XVIII-XIX. Rajastán]

Brazos de abanico despiertan la quietud,
el gesto en la mirada.
Sonrisas de azul entre amarillos
articulan pensamientos,
esculpidos por el poder de un dios.
El cuerpo,
encuentro de expresiones,
posa en Occidente
para sellar la fuerza de una imagen
sentada en el silencio,
en un vuelo de palabras,
en el sentir del Oriente.


Texto de Roxana Sánchez Seijas sobre el dibujo de Avalokitesvara Bodhisattva sobre una flor de loto

Avalokitesvara Bodhisattva

Guardaste compasión en el frescor más hondo de una vasija rota.
Quisiste protegerla del viento de las áridas mesetas tras caminar a tientas cegado por el polvo de tus contradicciones hasta llegar a Amithaba en la rueda del Samsara.

Su néctar nunca se secó. Fue como un manantial profundo y silencioso a la espera de brotar en el momento preciso. Solo había que esperar. Dejar sedimentar el alma en tan ínfimo espacio... En el silencio...

Ahora que eres luz, ten piedad de nosotros que vivimos en penumbra. Tú, que todo lo ves, esparce la simiente que ha de redimirnos... Como bálsamo suave; en el desierto.


Visión de Oriente por Occidente, por Isaura Díaz Figueiredo

La noche comenzaba a abrir sus ojos, mientras lentamente caminaba bajo el resplandor de una redonda y hermosa luna, cuyo rostro no parecía pálido, ¡estaba feliz!, igual a una mujer que se sabe deseada por el amado.
Sola en la sala. observo un especial refinamiento, sensibilidad que todo lo envuelve, serenidad incluso en la escena más humilde que nos muestra un grabado, la pintura o la porcelana. Plasticidad en sus infinitas formas, alegres, pícaras, serias, elegantes... En todas, el color es algo que tiene prioridad.
Aquella porcelana... ¿dónde te ocultas? Ese rojo de la flor que te acompaña entre tus manos... No se si veneras, contemplas o sencillamente... no existes. La intensidad de ese rojo, diferente, llama de forma sorpresiva mi atención. ¿Dónde lo he visto? No consigo recordar. ¡Oh, sí! Es igual al rojo de la sangre. Levanto mi mano queriendo sentir el calor del denso y fluido líquido, así siento cada pétalo entre mis manos...
Camino por la sala igual que los comerciantes por la Ruta de la Seda, consumidos en mil batallas, pestes, robos... intentando aniquilarlos, pero continuaban con sus pesadas caravanas, auténticos bazares; en su interior portaban todo tipo de bellezas, jarrones, sedas, lanas, oro, plata, animales multicolores ¡diferentes! ¡únicos!
El rojo comienza a perder intensidad volviéndose verdoso como la esperanza aun sin conseguir o azul como la libertad ansiada... El negro también está presente, recordando posiblemente el dolor de aquellas gentes que dejaron sus vidas en el trasiego comercial.
La geisha ausente que muestra la porcelana... Esposa de noche, jamás de día, despreciada y a la vez deseada, admirada, brillante como el oro... Hay fisuras en el jarrón de perfume... Dicen que son defectos en la fabricación, vetas de carey, pelo de conejo, ¡no! Son lágrimas, soledad, amor en desamor, amante, opio, sonrisas serenas de hielo. Desea abrir la puerta, volviendo a entornarla... Ella no existe, quedó atrapada entre rosas de sangre, azules verdosos de lagos, mientras contemplaba entre nenúfares amarillentos atardeceres.

Por la Ruta de la Seda, por Josefa Sánchez Sousa

Jairo mira embelesado los gusanos de seda que le regaló Federico. Le gusta el ruidito que hacen al comer y la voracidad con que consumen las hojas de morera -que es lo que más molesta a Jairo, que no quiere ir a por ella con tanta frecuencia-. Todo le parece un gran trabajo. Los gusanos le gustan, aunque el primer día sintió un repelús al contacto de una piel tan fría y suave. Hoy se siente especialmente fascinado con unos movimientos extraños para él. Llama a su padre, seguro que se lo explicará.

-Papá, papá, los gusanos parece que se han vuelto locos. Mira cómo mueven la cabeza de un lado a otro.

-No, Jairo, no. Si te fijas en el hilito que le sale de la boca, verás que están trabajando. Cosa que tú tienes que aprender de ellos. Ese hilito es de seda, que fabrican para hacer el capullo y encerrarse en él. Pasado el tiempo preciso, se produce la metamorfosis, la crisálida: ha entrado un gusano y sale una mariposa. Ha tomado otra forma. Esta mariposa rompe el capullo, sale, pone huevos y nacen nuevos gusanos, que vuelven a fabricar seda; otra vez el capullo se encierra y los cosecheros de seda lo asfixian para que la mariposa no lo rompa y el hilo se queda enterito. Si no es así, no pueden tejer esa tela tan hermosa como es la seda. ¡Siempre el sacrificio! Para que podamos comer, vivir cómodos o ser algo en la vida.

-Tú ahora tienes que estudiar y sacudir la pereza par que algún día me digas qué es lo que quieres ser cuando seas mayor.

-Te lo digo ahora.

-¿Ya?

-Sí

-¿Y qué quieres ser?

-Jubilado como mi abuelo.

-Antes tendrás que trabajar. Ya hablaremos de eso largo y tendido.

El tiempo ha pasado y Jairo ya es don Jairo. Es cosechero de seda. Sembró un campo de moreras y la caja de gusanos hoy son grandes estanterías. Viaja por la Ruta de la Seda, tras las huellas de Marco Polo. Y algunas veces piensa que aún le falta mucho tiempo para ser jublidado como su abuelo.