miércoles, 8 de junio de 2011

Textos sobre la exposición ¡Esto es la guerra! Robert Capa en acción




El 30 de marzo de 2011 visitamos la exposición de fotografías de Robert Capa y Gerda Taro en la Sala de la Hospedería Fonseca.
La muestra reflejaba la visión de estos dos artistas sobre los conflictos de su época, especialmente de la Guerra Civil española, donde Taro perdería la vida convirtiéndose en mártir de la lucha antifascista.
La enorme fuerza del fotoperiodismo de Capa reside en su compasión hacia el drama y la emoción de los acontecimientos humanos, junto con su extraordinaria capacidad para reconocer los acontecimientos importantes de la época. Las fotografías de Gerda Taro destacan por la “combinación de valentía y sensibilidad para fotografiar la guerra y sus efectos sobre la población civil”.

A continuación, algunos de los textos que suscitaron estas imágenes.


Bélico, por Josefa Sánchez Sousa

Cesó el tableteo de las ametralladoras, los soldados descansaban del -cuerpo a cuerpo-, los frentes estaban tan cerca que podían hablar de parte a parte.
El aire trajo un aroma a tabaco que despertó las ansias de nicotina en Alonso -fumador recalcitrante- que alzó la voz sin pensarlo:
- ¡Rojo, rojo, el del tabaco!
- ¡Qué pasa!
- ¡Un pitillo por el cacho!
- ¿Qué es eso?
- Chorizo del bueno, de Salamanca.
- ¡Hecho! ¿Y cómo?..
- En el punto de mira y bajo palabra de honor. Sin armas.
- De acuerdo, en el punto de mira y bajo palabra de honor en “Peña Negra”. Sin armas.

El heno deja dos huellas en movimiento reptando hasta encontrarse.
Se dan la mano, se abrazan y un “Nosotros no tenemos culpa, los que la tienen están durmiendo tan a gustito”.
- Yo soy Froilán Lastra Sánchez
- Y yo Francisco Alarcón Sousa
- Oye, ahí hay un chico que tiene tus mismos apellidos.
- Cómo se llama?
- Andrés
- Yo tengo un hermano que se llama así y no sabemos nada de él. Pregúntale que si tiene un hermano que se llama Fróilan. Si es así, mándamelo, que a lo peor no nos veremos más. ¡Adiós amigo!
- Adiós y suerte.
Los minutos se hacen largos y solo han pasado siete cuando el heno anuncia que alguien repta hacia “Peña Negra” y dos corazones se quieren salir del pecho.
Se abrazan tan fuerte que las lágrimas corren por el mismo cauce sin soltarse y en silencio.
Las palabras brotan con fuerza.
- ¿Y la madre y el padre?
- El padre llorando en la huerta y la madre muriendo en la casa desde lo de José.
- ¿Qué le pasó al José, que le pasó al José?
- En Belchite, fue en Belchite ¡Puta guerra, puta guerra!
Con los dientes apretados dice:
- Dispara hacia arriba. Si tenemos que morir que nos mate otro.
El heno marca dos líneas reptando cada vez más lejos, más lejos, más lejos...


La mirada de Cappa, por Natividad Gómez Bautista

La mirada de Cappa
es grito

atrapado en un instante.

Es coágulo

atravesado en la garganta.

Es niebla

emboscando cuerpos.

Es miedo

pegajoso y perpetuo.

La mirada de Cappa
es ávida,
voyeur
ajeno
de una carne herida.
Es tierra
hollada de muerte
anticipada.
Es mariposa furtiva

libando sangre.


¡Esto es la guerra!, por Luis Gutiérrez Barrio

Miedo, hambre y miseria.
Bombas, locura y desafío
lágrimas, tristeza y tragedia.
Rabia, odio, ira y frío.
Barbarie, horror e impotencia.
Lluvia, muerte y vacío
Ruinas, destrucción y violencia


Sus ojos infantiles reflejan miedo, hambre y miseria. Su madre, tal vez su abuela -pues la desesperación ha hecho tal mella en su rostro que es imposible adivinar su edad- la protege en su regazo, ¡inútil refugio para la balas!

Al otro lado de la calle, unos chicos, menos conscientes de la tragedia que se esta fraguando a su alrededor, han hecho un columpio con las vigas de una casa de adobe destrozada por las bombas, y juegan animosamente.

Por la carretera, una familia, privada de hombres jóvenes, huye sin rumbo, con la mirada perdida en un horizonte de esperanza al que aspiran llegar antes de que sea demasiado tarde.

Una mujer de edad indeterminada tira de un carrito cargado de fardeles en los que guarda, como verdadero tesoro, los pocos recuerdos que la barbarie le ha permitido conservar. En sus brazos, una niña de dos o tres años, con enormes ojos de mirada perdida, pide un trozo de pan y una cuna donde descansar.

Detrás de la mujer, un anciano, con los restos de un cigarro entre sus labios, camina con la mirada fija en el suelo, impotente, con rabia contenida por no poder hacer nada para calmar el hambre y la miseria que día a día se van apoderando de los suyos.

Siguiendo sus pasos, un famélico burro carga con las pobres pertenencias que han podido salvar de su destruida vivienda, camina impulsado por una extraña fuerza, cabizbajo, diríase que va pensando en la locura del género humano, que, teniéndolo todo, mata por arrebatar las migajas de su vecino.

A pocos kilómetros de allí, unos hombres, casi niños, con las cartucheras repletas de munición y con los fusiles en alto, gritan extrañas consignas animando a la exterminación de “los otros”, mientras ríen con cara de bobalicones, ajenos a la realidad que están destruyendo.


Gotas de vida, por Sofía Montero García

[Fotografía: Muerte de un miliciano, frente de Córdoba. España, septiembre 1936]


Conflicto en la mirada,
en el vaivén del tiempo,
despierta el pasado.
Vida y muerte
compiten en lo eterno
para esculpir la imagen
de una voz insonora.
Baúl de pensamientos
gritan con la historia,
muertos en la quietud de la sombra
herida por la piel del gesto.



Una pose muy particular, por José M. García

La batalla del Río Segre es más “bonita” en formato panorámico. La verdad construida es más belicosa que la propia contienda. Simulacro de realidad; realidad virtual antes de que apareciera la ILM. Cultura de la información, cultura de la creación artística. Rompecabezas beligerante; composición en papel impreso = acción social de las masas de la población civil. Mundo Contemporáneo.
El Miliciano de Cerro Muriano murió realmente, independientemente de qué fuera lo que pasara. Muertes de pose; muertes de interés periodístico; muertes para contar la Muerte. Ficción creada para crear la realidad. Nunca sabremos la verdad porque nos negamos a admitir que, la verdad, es la que aparece en los periódicos.
Joris Ivens marca la pauta; la realidad en movimiento tiene prioridad sobre la realidad destinada al estatismo de los medios impresos. Trenes blindados y caras de soldados-niños blindados. Castillos en movimiento estático. Realidad de realidades: maniobras por batallas. Belleza infinita de un blanco y negro que, retrata a la raza amarilla con una infinita gama de grises. Me acuerdo de Bertolucci y El último Emperador.
Gracias por convertir en más real la realidad, por usar mal una secadora. Gracias por la realidad casual. Todo es borroso y claro. El sufrimiento semientrevisto es más atractivo que el sufrimiento sin más. Sufrimiento, atracción y fotoperiodismo.
Una ventana abierta no es solo una ventana abierta si, en ella, está la cámara del fotógrafo para mostrarnos el hilo de sangre, que tiende a convertirse en charco del soldado abatido, desde el otro lado. Violencia de pose y violencia violenta. Nunca sabremos qué es más antibelicista, si un soldado cayendo muerto, un soldado caído muerto, o la composición de un plano con los restos de la batalla, con el transcurso de la batalla.
Batallas y batallar. Mujeres y hombres que descansan y bailan y olvidan las atrocidades del frente en la retaguardia. Cultura en guerra. ¿Nos decantamos por una Leica o por una Rolifkex? Hay que dejar constancia de que tomamos el Brunete y de los desastres de la Guerra; de la guerra.
Al exilio se camina con la serenidad resignada de la dignidad; de la amargura contenida y de la esperanza en el regreso. ¿Regreso? ¿A qué Patria? La patria de “Pasionaria” ya no existe. Ya solo nos queda escribir Los cipreses creen en Dios y reflexionar. Y esperar. Esperar que no haya que pedir, en el rezo de las escuelas, la bendición para el Caudillo, el Führer, el Duce, y el Emperador del Japón. Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero: en las cámaras de Robert Capa y Gerda Taro.



Foto de guerra, por Annie Altamirano

Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.
El herido
Miguel Hernández

Menos tu vientre, todo es oscuro
Miguel Hernández

What’s so civil about a war, anyway?
Civil War, Guns n’ Roses

Son tiempos de tinieblas.

En los dos extremos del fusil,
a ras de tierra,
la vida empuja,
la muerte arrecia

Quién sabe qué historias
cargan las mochilas:
futuros perdidos
que los muertos soñaron
yacen como equipo usado
al costado del camino

Todo es blanco y negro,
separados en vida por el odio
unidos para siempre en la muerte.
El campo de batalla
es rojo, barro y desesperación

En otro sitio,
lejos de la pesadilla,
de traje y corbata
otros velan sus armas:
acciones políticas,
mueven los hilos de la destrucción
y el hambre,

En el telediario,
al ritmo del Dow Jones,
las marionetas caen,
solo un número más
en la cuenta del horror

Son tiempos de tinieblas


Reflexión entre raíles, por Blanca González Prieto

Desposeído el ángel
arropó
con su negra capa al azuloso cielo
asfixiándolo,
y en su congoja desplazó a la razón de su letargia,
cayendo como un torrente
invirtiendo la posición de los verbos
cuando reverdecían de su dolencia.
Huyó por el vientre del raíl
dejando su cansado gesto...


La vida transida
de opacidad circunfleja transcurría...
Pero el vórtice atribulado maniató la luz del camino.
Nadie ganó... todos murieron
y un poco más,
los muertos de aquellos hijos que no llegaron.


Las batallas van haciendo estadísticas
de territorios... hombres...
Después todo se ciega...


La conciencia para la que no existen mordazas
abruma a una lágrima amalgamada
en el gaznate de la barbarie.


Maniatada es la condolencia del hecho,
y tardío el sentimiento,
cuando un hilo escurridizo
se lleva la vida...


En el manantial perdido, por Benito González


Abandoné el pensamiento
en la tela de araña
de la imagen plasmada de tu mirada,
borrando en la arena
las huellas de la encarnizada noche.

Y me alejé… de mi dulce amanecer
buscando tu leve sonrisa
en las balas que aún flotan en el
manantial perdido
de todas las malditas guerras.


Day D. Robert Capa. Fotos sobre España, por Mª Victoria Díaz Santiago

Parte 1. Entre visillos

“En medio de la plaza tocaba una banda. Las rachas de música estridente a veces se apagaban en susurros y cubiertas por el ronquido de unos autobuses naranja que salían de debajo del Ayuntamiento cada cuarto de hora, despejando la gente aglomerada, envolviéndola en el humo de su cola negra” (Entre visillos, Carmen Martín Gaite).


Naranja y cola negra. Así era el perro de Luisillo que se paseaba por entre las mesas olisqueando el suelo para encontrar restos de dulces y golosinas. Luisillo saboreaba un caramelo de algodón y alzaba la mano para apartarse de la nariz el caramelo rosa que se le pegaba, mientras sostenía del hilo grueso enrollado del dedo índice, un globo blanco en forma de paloma. Luisillo era un niño corriente que gustaba de corretear detrás de las mariposas en los recreos, buscar los nidos de los pájaros en la primavera y de comerse la leche condensada y el queso que le daban las maestras a la hora de la merienda en la escuela. Don Uben le había preguntado las cuentas ese día. Trabados de la mano con una cuerda, las niñas sacudiendo la coleta en la coronilla rematada con un lazo verde, daban vueltas a las latas con agujeros, llenas de brasas, para calentarse por la mañana en la escuela. Mientras Luisillo saboreaba el caramelo de algodón, su madre hojeaba una revista con la foto de la famosa Marina Vlady. Luisillo soñaba con la caramelera. Su hermana Clara, con subirse a los torreones para coger las hojas de las moreras.

Parte 2. Jardines del Visir

“SEMPRONIO.- ¡Qué espacio lleva la barbuda! ¿Menos sosiego traían sus pies a la venida! A dineros pagados, brazos quebrados. ¡Ce, señora Celestina, poco has aguijado!” (La Celestina, Fernando de Rojas, acto III.


Calixto. Madera seca. Ardiendo. La gracia, sin tacha, la seguiré donde quiera que estuviere.

Celestina. “Tanto miedo me tenéis. ¡Pues no deberían vuesas mercedes! Una es una vieja tal cual Dios la hizo. Sin felicidad. Sin pena”.

La fortuna hará que excuse mis faltas, se dice Calixto. Los lirios blancos del valle me harán salir del laberinto de la duda. Exilio. Melibea me espera sin avaricia ni cortedad, sin lágrimas, sin melancolía de alegrías. Los temores, los pesares darán por buenos mis merecimientos desde que el anhelo se ha marchado. Las sombras habitan en la oscuridad, y yo habitaré el infierno gustoso si las palabras se deleitan en los brillantes lirios blancos que crecen en su espacio.