miércoles, 22 de junio de 2011

Paseo Literario (IX): Fray Luis de León

Desaparecido el convento agustino donde residió, el nombre de este agustino humanista y escritor se evoca hoy en las Escuelas Mayores, en cuyo interior se conserva el aula que lleva su nombre y, en la capilla, sus restos mortales. Licenciado en Teología por Salamanca y Catedrático de Teología en 1561, fue un hombre de espíritu combativo y rebelde y un riguroso filólogo. La Inquisición lo tuvo preso varios años en Valladolid, hasta que fue exculpado y reintegrado en su cátedra, momento en el que pronuncia su famosa frase “Decíamos ayer…”.


[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]


Soledad Sánchez Mulas, Isaura Díaz Figueiredo y José María Sánchez Terrones







Oda IX. Las Serenas

Seleccionado por Mª Victoria Díaz Santiago


A Cherinto

No te engañe el dorado
vaso ni, de la puesta al bebedero
sabrosa miel, cebado;
dentro al pecho ligero,
Cherinto, no traspases el postrero

asensio; ten dudosa
la mano liberal, que esa azucena,
esa purpúrea rosa,
que el sentido enajena,
tocada, pasa al alma y la envenena.

Retira el pie; que asconde
sierpe mortal el prado, aunque florido
los ojos roba; adonde
aplace más, metido
el peligroso lazo está, y tendido.

[...]

imita al alto Griego,
que sabio no aplicó la noble antena
al enemigo ruego
de la blanda Serena,
por do por siglos mil su fama suena;

[...]

Si a ti se presentare,
los ojos sabio cierra; firme atapa
la oreja, si llamare;
si prendiere la capa,
huye, que sólo aquel que huye escapa.


En la Ascensión
Seleccionado por José Mª Sánchez Terrones



¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay!, nube envidïosa
aun de este breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

***

La rana
Poema original de Armando Manrique Cerrato


Mira, ¿la ves?
Ahí está,
enfrente.
La rana coqueta
de la buena suerte
o el sapo inquietante
unido a la muerte.

¡Venga!,
ahora,
¡Espera!
¡Mira!, sigue mi mano
¡Allí en la columna!
al lado de la calavera.

Tendrás suerte,
aprobarás todo
si la encuentras.

La humilde ranita
al lado de reyes,
de escudos grandiosos,
de inscripciones épicas.

Ella,
pequeña,
discreta
se lleva la fama
en la gran sinfonía
escrita en la piedra.

Bajo el sol ardiente
del largo verano
ante cientos de ojos
que la observan;
o en el crudo invierno
en la fría soledad
de la plaza recoleta.

Allí,
para siempre
quieta
posada impasible
encima
de la calavera.

Sí, sí,
por allí.
bajo la mirada inmutable
de Fray Luis.

Nuestra rana entrañable
pequeñita,
tierna.
La que todos buscan
y algunos encuentran…

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