Carmen Martín Gaite nació y vivió hasta su época universitaria en la plaza de los Bandos, en una casa hoy desaparecida. Escritora de tono intimista e introspectivo, captó los deseos y traumas de la sociedad española a lo largo de medio siglo. Frente al desesperanzador espectáculo de un mundo solitario e incomunicado, plantea la perentoria necesidad de un interlocutor y reivindica el lenguaje como factor que salva al individuo de su soledad y de sus terrores. Recibió, entre otros premios, el Príncipe de Asturias y el Nacional de las Letras. Retrata a Salamanca en su primera novela, Entre visillos.
[Fuente: Paseo Literario por Salamanca, Consorcio Salamanca 2002]
Annie Altamirano, Toño Blázquez, Roxana Sánchez Seijas e Isaura Díaz Figueiredo
Farmacia de guardia
Poema de Carmen Martín Gaite seleccionado por Annie Altamirano
no me ha entendido.
Se trata de la fe. Sí: de la fe.
Comprendo que es muy tarde
y no son horas
de andar telefoneando a una
farmacia
con tales quintaesencias.
Lo que yo necesito
para entrar confiada en el vientre
del sueño
es algún específico protector de
la fe.
¿Que le ponga un ejemplo más
concreto?
Pues no sé… Necesito
creerme que este saco
cerrado por la boca
y en cuya superficie
se aprecia la joroba
de envoltorios estáticos
puede volver a abrirse alguna vez
a provocar deseos y sorpresas
bajo la luz del sol y de la luna,
bajo el fervor clemente
de los dioses del mar
¡Oh, volver a sentir lo que era
eso!
Y ni siquiera necesito tanto
¿ya es menos lo que pido?;
simplemente creerme
que un día lo sentí
intempestivamente
cuando más descuidada andaba
de esperarlo,
y supe con certeza
que sí, que se podía,
que un corazón doméstico
cuando al fin se desboca
es porque está latiendo sin
saberlo
desde otro muy cercano.
Ya. Que no tienen nada.
Pues perdone.
Comprendo que es muy tarde
para hacerle perder a usted el
tiempo
con tales quintaesencias.
Ya me lo figuraba.
Buenas noches.
Jaculatoria
Poema de Carmen Martín Gaite seleccionado por Isaura Díaz Figueiredo
No te mueras todavía.
Tu tristeza a mí me salva
lo mismo que tu alegría.
Malva al alba
amarillo al mediodía
y a la noche otra vez malva
No te mueras todavía.
No tienes un color fiel,
te van todos los colores
de la gama..
Ocre si estás en la cama,.
verde si estas en la hiel,
gris acero si cruel,
azul negro en la porfía
y colorado en la llama
de fiesta y de rebeldía.
Que no te cuelguen cartel,
no te mueras todavía.
Echa tus tonos al día,
como a una hoguera y confía,
que lo que arde no se pierde.
Me caliento en tus colores.
Aún te quedan resplandores
de naranja y ya eres verde
con una estría de rojo
y de turquesa otra estría.
Tu confusión es la mía
y en mi espejo la recojo.
No te mueras todavía.
Ni te quedes condenado
solo al blanco y al morado
ni te vuelvas trasparente
tan simple y desustanciado
como te quiere la gente.
Tu engrosa el caldo del día
que aún hay quien oye y quien siente
lo pasado y lo presente.
No te mueras todavía.
Y el tiempo de incertidumbre
arde también en su lumbre
tan exenta de color
que corroe los que había.
No caigas en la costumbre
de inventar vida y amor
Si el almacén se vacía.
A pie quieto en el terror
a solas en la agonía
y aun cuando nada te alumbre.
No te mueras todavía.
Los libros que ahora busco
Poema de Carmen Martín Gaite seleccionado por Annie Altamirano
Necesito poesía.
Ya que no de la que entra sin sentir,
de aquella otra que con sangre entra
y que viene en la letra de los libros,
relegados, mirados con desdén,
cuando salir afuera, adonde fuera,
era abrir una puerta
para que la poesía disuelta por el mundo
en partículas tenues e invisibles
me llenara la casa de colores.
En ese tiempo yo encendía hogueras
Por ver brillar el fuego momentáneo,
por gozar de su luz y su color,
y acaso en una de ellas
quemara indiferente
los libros que ahora busco
en esta tarde rota, deshabitada, gris.
Me acuerdo de sus lomos cenicientos,
nunca los puse en orden,
eran muchos, ¡qué agobio!
Se caían al suelo algunas veces,
tratando de llamarme la atención,
llamaban pertinaces,
como cuando nos ronda
la idea de la muerte,
tropezaba con ellos
y no les hacía caso.
Los libros de poesía que perdí
ahora no los encuentro
en esta tarde rota.
Es su venganza.
Postales desde el mirador
Texto original de Roxana Sánchez Seijas
Te escondes tras los visillos para observar la plaza y aprisionar en un instante- de cámara fotográfica de las de antes- todo lo que acontece en ella.
Si miro alrededor puedo ver algunos hombres montando las casetas para la feria del libro antiguo y de ocasión llenando el aire de martillazos alegres, casi juguetones.
Muchachas con mantilla resignadas, caminan por la acera del palacio de Solís hacia la iglesia del Carmen que las recibe con rostro amable a la vez que serio como demuestra una placa conmemorativa de los caídos en la guerra por Dios y por España- Son estampas de unos años matizadas en sepia y con aroma a naftalina-.
Espero a que aparezcas, asomándote por la ventana de tu amplio mirador con biombo de avestruces o por la puerta gris metal del banco de castilla- para que demos un paseo por el Tormes y me enseñes la ciudad desde la lejanía, pero temo que ya te hayas retirado a tu cuarto de atrás con retahílas en tu mente y conversando con Caperucita, que ya ha regresado de Manhatan. Aun así te seguiré esperando. Cobijándome de la lluvia, bajo mi paraguas azul, ese que me protege en los grises días de tormenta.
Si miro alrededor puedo ver algunos hombres montando las casetas para la feria del libro antiguo y de ocasión llenando el aire de martillazos alegres, casi juguetones.
Muchachas con mantilla resignadas, caminan por la acera del palacio de Solís hacia la iglesia del Carmen que las recibe con rostro amable a la vez que serio como demuestra una placa conmemorativa de los caídos en la guerra por Dios y por España- Son estampas de unos años matizadas en sepia y con aroma a naftalina-.
Espero a que aparezcas, asomándote por la ventana de tu amplio mirador con biombo de avestruces o por la puerta gris metal del banco de castilla- para que demos un paseo por el Tormes y me enseñes la ciudad desde la lejanía, pero temo que ya te hayas retirado a tu cuarto de atrás con retahílas en tu mente y conversando con Caperucita, que ya ha regresado de Manhatan. Aun así te seguiré esperando. Cobijándome de la lluvia, bajo mi paraguas azul, ese que me protege en los grises días de tormenta.
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