jueves, 7 de abril de 2011

La heridas de la memoria



















El 16 de septiembre de 2010, los miembros de SLC visitaron la primera exposición en España del artista iraquí residente en Finlandia Adel Abidin, que reunió sus instalaciones más importantes desde 2004. Valentía y fuerza expresiva, ironía y sarcasmo y una amarga sensación de distancia y sentimiento de pérdida se reflejan en su obra, invitando al espectador a formularse preguntas existenciales.

Estos son algunos de los textos que se crearon a raíz de la visita:

Poema de Luz Mercedes Orrego


Muge triste
en la ribera,
aquél que soñó
con un sonido familiar,
hoy solo fragmento,
contorno rojo,
esquirla
de una olvidada
ciudad.


Pan de vida y bombas de salvación, por José M. García

Bagdad debe ser inmolada. ¿Cuántas Guerras del Golfo ha habido? Blanco y Negro de un Guernica moderno. Luz del Norte en las manos infantiles inocentes. Hielo de plástico que cruje bajo nuestros pies.

El sumo pontífice ha destruido el puente; el puente. Ha disgregado la manada. El animal descarriado no puede reintegrarse a su grey. No hay disfrute del Paraíso Terrenal. No hay posibilidad de salvarse, al menos del lado de acá. ¿Y del de allá? Tablero de dirección necesario para moverse en el intrincado laberinto de Oriente Medio y el Arte.

Pan sonoro. Mascarada de la mascarada. Necesidad de la Música; necesidad del Pan. Azúcar en descomposición para metabolizarse en la incertidumbre. Hormigas buñuelianas y zapadores robotizados. Todos somos bagdadíes. Sí hay escape. Finlandia es un Paraíso reencontrado. Solo tendremos que buscarlo.


El apuntador del foso, por Blanca González Prieto

El acero tiende su mano de fiebre
y un manto oscuro arropa la ciudad,
que con dientes de hielo
rasgan los brazos de una madre
y los hijos de mirada invisible
rompen la fuerza de la vida.
La delgadez de lo justo se quebranta
al oír el crujir aniquilador
de la propia muerte cebada en su duelo.

Los hombres altos
y grises de azulados ojos
caen desmembrados.
El espacio infranqueable
y la seguridad de estar lo más cerca de Dios
pone el precio a su vida,
sin que nadie en su despacho anunciara su visita.
Pero una nube negra se extendió parapetándose detrás de los cascotes.

Y de otro pueblo cayó otro sol,
y en canal fue abierto
sacando de su vientre a otros hombres
de grandes ojos negros
y que elevaban sus oraciones hacia lo Divino.
Un silencio sórdido
era impregnado de un polvo interrogante de absoluta culpa.

Allá... no se sabe dónde...
sobre la arena yace un guante de oro
y un dios de cartón piedra
con casco de soldado
espera el desenlace...


Memory and Assumption, por Mª Victoria Díaz Santiago

Next stop, Baghdad. No pude pertenecer a ningún otro sitio jamás. A veces tengo recuerdos, espejismos agazapados en mis sueños. Las imágenes se suceden una a una en una grabación pensante. Mi madre amasando el pan, mi hermana cubriéndose el rostro, mi padre ausente.

La mirada del otro se convierte en una sucesión de espejos negros inacabados, reflejos de un reflejo, de una identidad, de una máscara. Sus vidas no son más que una fotografía regurgitada por una cámara, un papel de película que se sucede escena a escena, a cámara lenta, que de repente se corta, se detiene en algún lugar de la realidad cinematográfica. Mi película es la película de la película de mi vida a punto de llegar a un fin de cine. El glamour del rosa de las sábanas sobre los cadáveres me hizo despertar.

Adel estaba ahí. Queda la imagen irradiada de mi pupila guardada en el álbum de recuerdos de un turista que la archiva con sus lentes fotográficas escaldada por el sol del desierto. La presencia del otro deja huellas en la arena. Soy una mujer intentando reconstruir el paisaje, dejando pasar las horas al reflejo roto de los azulejos. Acabo de servir el té. Las hormigas devoran los terrones de azúcar. Atrapar a Dios en una pecera. El vaso estalla rojo.