Partiendo de la doble premisa de trabajar con animaciones y contar historias, esta exposición colectiva reunió una serie de trabajos que abordaban iconográficamente el subconsciente.
Estas son algunas de las creaciones de los miembros de SLC tras la visita:
Me cuesta escribir
De terrores infantiles,
De sombras animadas,
De Alicia y el conejo,
De aquel pasado
Con olor a telarañas.
Soy parte del presente,
ni un esbozo
Bajo la nieve,
Ni esa carencia de humor,
Ni la muerte albina,
Tampoco el vértigo
De entrar en ti,
Encuarnada,
Me despejan
Me evaden de estos aposentos.
Soy un lápiz azul
Que pinta el aire
De mañanas.
Dibujos animados de ayer y hoy, por Benito González
Los ojos de los humanos derraman pensamientos de horrendas cosechas y sombras quemadas en las alas negras del tiempo.
Pero mis años perdidos en el fugitivo intento de llegar a tu fantasía, son los más grandes de mi vida, los más intensos, plenos de ilusión, noche y día.
No quiero perder, en mi visión de enamorado, el poema marchito que aún no te he escrito.
No quiero dejar en el olvido lo que ahora parece hablar de lo que yo ayer ya he vivido.
Tus secuencias son alabanza en mi memoria, tu imaginación en mi deseo larga gloria, tu dibujo enclaustró mi alma eternamente, de mi niñez bella historia.
Quiero volver a mirarte desde la puerta desnuda del camino.
Y aun cuando no te vea, puedas encender el candil de nuestra infancia atrapada en ti, para que su luz mantenga en los fotogramas en movimiento la esperanza eterna de encontrar mi sonrisa.
Los días se elevan en el DA2 como el agua clara sobre el manantial que me lleva a ti, fantasías animadas de ayer pero jamás de hoy.
Poema de Luz Mercedes Orrego Morales
Un mundo deshabitado
Por las sombras,
La necesidad de volver
Al inicio,
La gravedad de las alas,
La culpa.
Merrie Melodies, por Montserrat Villar
Quiero escribir esta vida de nuevo:
sentarme en el centro de este cuarto que me observa,
sentirme abrazado por el color ocre y azul que cubre
las cuatro paredes que silencian mi destino.
Quiero escribir esta vida de nuevo:
ocultar la evidencia que pende de estos clavos,
olvidar esos minúsculos y acechantes cuadros
que recuerdan la vil infancia que he vivido.
Sentarme, sentirme, ocultar, olvidar...
Quiero descolgar esas verdades:
olvidar que ha existido este infernal invierno,
ocultar que he muerto bajo este techo,
recordar que quiero seguir viviendo.
Quiero descolgar esas verdades:
sentirme ausente de esta procaz presencia,
sentarme, inocente, a esperar la siesta
silenciando el miedo a despertar esa absurda vehemencia.
Qué hay de nuevo... por Mª Victoria Díaz Santiago
Pietr.
Ingrid.
En el perfil de las sombras, por Sofía Montero García
Espectáculo de luz en el sonido de la noche
focaliza las miradas.
Siluetas vigilantes del espacio
actúan entre los muros.
Acrílico de sueños
proyecta su expresión
atrapado por la imagen.
Presencia y ausencia,
pincel de sombras,
despiertan la quietud,
con trazos de cuerpo intermitente.
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En la visita, a algunos miembros les llamaron la atención obras que pertenecían a otra interesante exposición colectiva del DA2: Arctic Hysteria.
Una liebre iluminando al mundo, por Josefa Sánchez Sousa
María do Ceo, cansada, se sienta en su confortable butaca. Como buena observadora -y entre bostezos- dice: ―Cómo está el mundo: umbroso, feo, asfixiante. Qué sue-ño-. Un cabezazo y Morfeo la abraza, desconsiderado:
―Mira dónde se posaron los cuervos, negros, antipáticos… Pero resultan, tienen movimiento.
―Corro, corro, corro mucho. ¿Dónde voy con tanta prisa? Sin meta, a oscuras. Sí, voy en busca de luz por bosques tenebrosos. Piso enloquecida por huellas ya marcadas.
―Qué frío tengo. Claro, ya estoy entrando en los ventisqueros… Me pondré el abrigo de “La Madre Tierra” que me regala Anne Rapinoja y también el sombrero… ¡Son una maravilla! Los zapatos, preciosos, no; tienen mucho tacón y yo corro mucho por la nieve que tiene luz… No, no tiene luz. Es una liebre iluminando al mundo con una lamparita. ¡Qué pena! Una liebre iluminando al mundo por nuestra incapacidad.
El ruido infernal de esas máquinas me ha despertado de este sueño tan raro buscando la belleza y la luz que sólo TÚ proyectas.
La histeria, la ártico, en fin... , por Lorena Escudero
La histeria.
La histeria es la histeria.
La histeria no es una enfermedad ni es locura.
Locura no es lo que te arroja desnudo al frío.
Frío es lo que se lleva, ardiendo, dentro.
Dentro aparece esa punción.
Punción constante, una cuenta atrás.
Atrás dejas solo cenizas.
Porque te quemas.
Todo helado blancor, toda sombra te transforma en una botella de combustible sin que te des cuenta. Y la punción es la chispa.
Puede que comiences a gritar. Quizá una mañana, delante del espejo, grites. Esperas -creo- que ese grito saque toda la histeria, que el espejo salte en pedazos, que se rompan las ventanas, las macetas, los platos, las paredes, que revienten tus pulmones. Eso habría sido tal vez el fin de la histeria. Pero el espejo sigue intacto. Y la punción también.
Así que sales afuera, no importa el frío, no importa el blanco, no importa. Sales y corres, gritas, caes, huyes, golpeas, caes, dibujas, cantas a gritos, corres, caes, gritas, arrojas, aturdes, corres, quemas, gritas, golpeas, quemas, caes, quemas, gritas.
Hay que destruir algo, a ti, reducirte a cenizas, del todo. Y luego nada.
Después de la histeria no hay nada, el inicio del ciclo. La botella de combustible comienza a llenarse otra vez, la punción duerme.
Como el Ave Fénix
pero sin poesía ni gloria.